08 de diciembre Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

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Celebrar la Inmaculada concepción, la fiesta de la Purísima nos ayuda a contemplar a María como la llena de gracias porque, por ella, Dios entra en comunión con nosotros. Significa que Dios confía tanto en la humanidad, de tal modo que es capaz de preservarla del pecado y de toda mancha que daña nuestra dignidad. La Santísima Virgen María fue preservada del pecado y recibió, con gran fe, en su persona al Salvador de todos nosotros: “María inmaculada es alabanza de la gloria de Dios”. Se entiende con eso que, por la gracia de Dios y por nuestra disposición a acoger la buena Noticia de la salvación en nuestros corazones, tenemos la capacidad de llevar dentro de nosotros a Jesucristo, el Amor de Dios que se hace persona. Sólo así llegaremos a ser limpios de todos pecados y podremos ser portadores incansables de la salvación de Dios en nuestro entorno.
La primera lectura del libro del Génesis (3,9-15,20) nos presenta la desobediencia de Adán y Eva como un ejemplo de una vida humana que quiere vivir sin Dios y que termina en un fracaso, “en la desnudez”, en un sinsentido. Cuando Adán y Eva quisieron vivir sin Dios, les surgió la desgracia y el vacío. Lo cual nos indica que el afán de vivir sin obedecer a nadie es un peligro. Peor aún cuando todo se torna en una huida de la responsabilidad propia frente a lo cometido (“no fui yo, fue la mujer o la serpiente”).¡Qué falta de compromiso con los propios actos!
Felizmente, Dios sabe perdonar. Por eso, en la Santísima Virgen María, quiere restablecer la armonía y la comunión perdida por el ser humano; Dios decide redimir, salvar a la humanidad. La Madre de Jesús es signo de la humanidad redimida. Ella representa a cada un@ de los que luchamos en este mundo contra el poder del mal, contra la corrupción, la injusticia, la violencia y la dominación.
Por lo cual, se nos hace necesario cantar a viva voz, con María en su cántico, las maravillas que Dios opera día tras día en nuestra vida. Reconozcamos los pasos de Dios en cada uno de nuestros quehaceres.
La segunda lectura de la carta a los Efesios 1,3-6.11-12 nos ratifica que Dios nos ha elegido para vivir en la unión con su Hijo Jesucristo y con los demás. Entre todos los creados, María tiene la dicha de haber sido escogida para cooperar con nuestra Salvación. Ella nos muestra que, por la fe, es posible entrar en la grandeza del misterio de Dios y, por ende, es posible para cada un@ de los creyentes, reflejar esta bondad de Dios. Con María seremos capaces de derramar el amor de Dios en todos los sitios en que nos movemos.
Dijo María: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Con esto, la santísima Virgen nos enseña lo importante que es tener fe en el Dios de la vida. Su respuesta al anuncio del Ángel Gabriel aceptando el cumplimiento de la Voluntad del Padre celestial es un ejemplo de quien entiende que es Dios quien cumple su obra en nosotros. Es él quien toma la iniciativa de salvarnos y se las arregla para que todo ocurra según su voluntad de restaurar y de hacerse presente en nuestra vida y en nuestro mundo.
En la Virgen María contemplamos hoy, la disponibilidad y la entrega. Con ella, reconocemos que sin Dios nuestra vida cae en ruina. Pero que, con Él, hasta lo que parece imposible a nuestros ojos es realizable. Bienaventurada es María porque creyó que era posible que Dios se sirviera de ella aún sin que haya conocido ningún hombre… ¡Qué paso importante, “no” !: del ¿cómo será eso? al “He aquí la servidora del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Que la celebración de la concepción inmaculada de María nos motive a abrir nuestro corazón a la ternura de Dios, a su bondad que se manifiesta en la humildad y en la sencillez de la vida cotidiana. Que sepamos colaborar con su plan de salvación, en toda circunstancia, como lo supo hacer María Santísima. ¡Amén! (Bolivar, a. a)

P. Bolivar PALUKU LUKENZANO, a.a.