Domingo X-B: ¿Hacemos la voluntad de Dios?

5157

Celebrando hoy el Domingo X del tiempo ordinario la palabra de Dios nos invita a vivir la rectitud y la sinceridad en nuestro modo de pensar, de decidir y de hablar. En efecto, la primera lectura del Génesis nos presenta la dolorosa experiencia de la caída de la primera pareja humana Adán y Eva. Experiencia dolorosa no sólo por el hecho del pecado que cometieron, muy doloroso sobre todo porque nadie asume su responsabilidad y se la pasa echando la culpa el uno al otro. Y la serpiente termina cargando con toda la responsabilidad: se gana el arrastrarse, el comer polvo y la enemistad con los humanos.

Volviendo al texto llama la atención la respuesta de Adán a Dios cuando lo llamaba diciéndole ¿Dónde estás?  Y él respondió: tuve miedo. El miedo es obviamente peligroso y puede llevar a tomar caminos equivocados. ¡Dios nos regale calma y serenidad para actuar con rectitud de corazón! Pero hay algo más todavía en este texto del Génesis 3, 9-15, tanto Adán como Eva no supieron adelantarse a las consecuencias de su acto de rebelión. Hoy cuando escuchamos opiniones controvertidas de toda índole sobre la vida podemos preguntarnos si realmente tomamos suficiente tiempo para sopesar las consecuencias de nuestras decisiones, actos y palabras.

El salmista nos renueva en la confianza en el Dios misericordioso quien está atento a los clamores de su pueblo: “Mi alma espera en el Señor, y yo confío en el Señor”… de ti proviene la misericordia.

San Pablo nos llama a entender el valor inconmensurable de la fe: “también nosotros creemos, por eso hablamos” (2Cor 4, 13-5,1). La fe renueva en nosotros una fuerza interior que nos sostiene en las tribulaciones y en las pruebas de la vida. Por eso, dice san Pablo: “nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara para la gloria eterna que supera toda medida.

El evangelista San Marcos 3, 20-35 presenta una vez más a Jesús confrontado con sus antagonistas escribas quienes no reconocen la autoridad divina de los milagros de Jesús.  Eran gente cerrada de mente. Pero no desanimaron en nada al Hijo de Dios que sabía lo que hacía y enseñaba: el triunfo del Espíritu Santo sobre todos los males y sobre todos los poderes mundanos. En todo Cristo recalca que ha venido a dar a conocer la voluntad de su Padre Dios. Él quiere que todos se salven.  De allí que la condición de posibilidad de ser parte de la familia de Jesús está en adecuarse a esa voluntad de Dios. Pero, no todos sus paisanos lo siguieron. Y nosotros hoy, ¿cómo llevamos esta experiencia de dejarnos guiar por la voluntad de Dios? ¿Qué postura adoptamos ante este Jesús criticado e incomprendido por sus paisanos? “Seguir a Jesús es aceptar lo que él dice: no sólo lo que va de acuerdo con nuestros gustos, sino también lo que va contra las apetencias de este mundo” (José Aldazabal).

¡Demos gracias a Dios porque somos miembros de su familia ya que el bautismo hemos sido convertidos en sus hermanos e hijos de Dios Padre! Combatamos el mal y pactemos con el bien para que en todo lo que hagamos tengamos presente nuestra vocación de ser discípulos de Cristo y anunciadores de su Buena Noticia de la Vida que no excluye a nadie. No tengamos miedo en decirle a Dios como María: “Hágase en mí según tu palabra” y a rezar el Padre nuestro afirmemos con firmeza: Hágase tu voluntad. ¡Dios nos conceda la gracia de escuchar, meditar su Palabra y de llevarla a práctica en toda circunstancia de nuestra vida!

P.Bolivar Paluku Lukenzano, aa.