Domingo XXI, b

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En los domingos anteriores, hemos estado meditando acerca del discurso sobre Jesús, el pan de la vida. Ha sido una rica experiencia de renovar nuestra esperanza en el Dios de la vida que nos ha entregado a su Hijo como alimento para la vida eterna. Sólo en Él, encontramos vigor, valor y fuerza para caminar seguros en nuestro peregrinar de este mundo. ¿Qué nos dice la Palabra de Dios (Jn 6, 60-69) que hemos escuchado hoy?

Cuando Jesús nos ofrece su carne para comer, se nos exige una opción de recibirlo o de fugarnos de Él. Según el evangelio (Jn 6, 60-69) muchos se escandalizan de las palabras del Hijo del hombre, porque no comprenden realmente su propuesta de vivir y de permanecer en Él.  En efecto, Él ha dejado claro que, quien ha recibido el don de la fe, camina por sus sendas, lo recibe, se alimenta de él y, tiene vida en él. Obviamente que Jesús deja a cada uno la libertad de decidir y de optar.

Ya la primera lectura nos invitaba a esta libertad tan característica de Dios.

En efecto, Josué propone al pueblo, si quiere seguir al Señor o abandonarse al servicio de otros dioses. Interesante es ver la actitud del pueblo de Israel que decide adherirse a Dios, acordándose de las maravillas que Dios ha ido cumpliendo en su historia desde la liberación de Egipto y la conducción de sus antepasados hacia la tierra prometida: “¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y por los pueblos donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor nuestro: ¡es nuestro Dios!” (Jo 24, 15-17ss).

Este pueblo ha sabido captar que, fuera de Dios, su vida no vale mucho, pero que si se mantiene en su presencia, será colmado de mucho más bienes.

Volviendo al evangelio, hay dos bandos: uno es de los que se escandalizan de las palabras de Jesús y prefieren marcharse; otro es el círculo íntimo de los discípulos a quien Jesús pregunta con toda libertad si también quieren alejarse de él. Pero, la respuesta de Pedro es asertiva: “A quien iremos Señor. Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios” (Jn 6, 68-69).

Jesús nos pregunta hoy: ¿también Uds. quieren marcharse? ¿Qué le respondemos? Claro, ¡Cómo dejaremos de creer en Él si él nos ha regalado su vida para que andemos firmes, incluso en las dificultades de la vida!  El apóstol

San Pablo en la segunda lectura (Ef 5, 21-32) nos recuerda que estamos llamados a someternos a Cristo, es decir respetarlo y vivir de él, a depositar en él nuestra confianza. Implica sabernos dependientes de Dios porque él siempre quiere nuestra felicidad. Cristo que se entrega a su iglesia es la fuerza inter-dependencia entre marido y esposa. Jesús es la fuerza de los que se han prometido amarse de modo complementario en el matrimonio. Y, si él se ha entregado a nosotros, estamos llamados a entregarnos a él y al servicio de los demás como el mismo nos ha dado el ejemplo. Sepamos elegir el camino que nos da vida. ¡Que Dios aumente nuestra fe para que nos dejemos guiar por él a la hora de tomar nuestras decisiones y de actuar!  ¡Que así sea! ¡Amén!

P. Bolivar PALUKU L., aa