Como comisión de pastoral vocacional territorio de Chile hemos participado en el 23º Encuentro Nacional de Pastoral Vocacional que se desarrolló en el centro Espiritual casa Loyola Padre Hurtado desde el lunes 24 al jueves 27 de septiembre de 2018. A cargo de la organización del encuentro estaba Mons. Ignacio Ducasse obispo presidente de la Comisión Nacional de Pastoral Vocacional. El encuentro tenía tres objetivos de acuerdo a la realidad que vivimos como Iglesia chilena:
- Contemplar la situación actual de la Iglesia de Chile
- Entregar herramientas desde trabajos en relación con la prevención de los abusos sexuales.
- Renovar y avivar la esperanza de nuestra vocación pues si no estamos motivados como promotores vocacionales, no podemos animar a los demás jóvenes
“Pasemos a la otra orilla”. Tal fue el lema de nuestro encuentro. Este texto de la tempestad calmada del evangelio san Marcos 4,35-41 nos hizo adentrar mar adentro con Jesús; diocesanos, promotores vocacionales de distintas congregaciones y laicos que participamos en el encuentro. Este relato narra efectivamente la desesperación de los discípulos a merced de la furia del mar y sus tormentas en presencia de Jesús que parece no tomar cartas en el asunto. ¿Maestro no te importa que naufraguemos? Nos apropiamos esta desolación de los discípulos y en los distintos grupos, reflexionamos y miramos con dolor la crisis que estamos viviendo como Iglesia análoga al viento huracanado que agita el mar cuando los discípulos ven hundirse la barca. Hemos caído en la cuenta de que el tratamiento de esta realidad escandalosa y dolorosa de la Iglesia en el pasado ha sido deficiente. Decir no a esta cultura abusiva es recorrer el camino presente con determinación remando en la misma dirección: Detectar, reconocer, denunciar, curar, escuchar…Tareas indispensables para cicatrizar las heridas”. Para lógralo, según la hermana Marcela Sáenz religiosa, psicóloga y miembro nacional de prevención que nos acompañaba, no se trata de identificar casos y aislarlos del todo sino de cambiar nuestra forma de relacionarnos unos con otros, manejar el poder como servicio y no sometimiento y también de relacionarnos y asumir nuestra afectividad y sexualidad. La psicóloga nos instó a crear ambientes de buen trato “microclimas” que, según ella generan espacios seguros que se convierten en Oasis e impiden normalizar el abuso de cualquier índole. El papa Francisco nos lo había recalcado también en su carta a la Iglesia chilena que, El “nunca más” a la cultura del abuso, así como al sistema de encubrimiento que le permite perpetuarse, exige trabajar entre todos para generar una cultura del cuidado que impregne nuestras formas de relacionarnos, de rezar, de pensar, de vivir la autoridad; nuestras costumbres y lenguajes y nuestra relación con el poder y el dinero.
Tuvimos también la dicha de escuchar testimonios des laicos (un matrimonio, un joven y una laica que nos enriquecieron con su experiencia cristiana. Según afirman, la vida consagrada tiene aún su razón de ser y su encanto, pues ellos han conocido a consagrados entregados enteramente a su misión evangelizadora y que han sido para ellos referentes pese a esa realidad que parece obnubilar esa peculiaridad. Nos pusieron sin embargo en alerta en cuanto a las tres tentaciones de la vida consagradas, Poder, Placer y Dinero, que nos desvían a veces de nuestra misión cuando los manejamos a nuestra conveniencia y no a la luz del evangelio. De lo que se espera de los consagrados recalcaban, la escucha del pueblo de Dios y la colaboración sana entre laicos y religiosos por el bien de la Iglesia. Concluimos con la adoración al santísimo sintiendo esa calma de la tempestad que da Jesús cuando increpa el viento. Como agentes vocacionales, nos desafía esa realidad dolorosa que vivimos como Iglesia y nos llama al testimonio y a la coherencia de vida. Tenemos una a mirada esperanzadora en el mañana. Una esperanza que, como dice el papa Francisco, quiere ser protagonista para transformar lo que está mal y que reconoce y asume sus límites y fragilidades para seguir adelante y decir es posible seguir acompañando a los jóvenes en sus múltiples búsquedas y discernimiento vocacional. Como los discípulos agitados por la tempestad y a punto de hundirse el barco, sabemos que al dueño de las mieses le importa que no naufraguemos porque cerca está el Señor de los que lo invocan. Fortalecidos y renovados en nuestra esperanza esperamos también la novedad que nos trae el sínodo de los obispos en Roma sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.
P. Roger a.a
Comisión de pastoral vocacional