Domingo I, Adviento C: ¡Dispongámonos a encontrar a Jesús y a los semejantes!

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Iniciamos hoy el tiempo de adviento. Es un tiempo privilegiado de nuestra vida cristiana. En  este primer Domingo de Adviento comenzamos un nuevo el ciclo litúrgico. Si el adviento significa venida, implica al mismo tiempo una esperanza. Es una espera de la liberación, de la justicia que nos viene de parte de Dios-con-nosotros, el Emmanuel. Este tiempo es de esperanza y de arrepentimiento, de conversión que apunta a tres objetivos:

  1. Recordar el pasado, es decir celebrar y contemplar en nacimiento de Jesús en Belén, El Señor ya vino y nació en  la sencillez de un pesebre. Esta fue su primera venida en la carne, venida marcada de pobreza y de humildad.
  2. Vivir  el presente: se trata de vivir cada día la presencia de Jesucristo. Es vivir siempre vigilantes, caminando por las sendas del amor que Señor nos ha indicado. Es comprometerse desde ya con la justicia y la verdad
  3. Preparar el futuro: es prepararse para la segunda venida de Jesucristo en su gloria y majestad. Se nos pide no distraernos para no perdernos la oportunidad de ser salvados cuando llegue ese día: estar preparados y vivir como si…

Estamos invitados hoy a no dejar que el consumismo insatisfecho domine nuestro corazón; a evitar que reine en nosotros el anhelo por las cosas que pasan. Más bien, se nos incita a  abrir el corazón a la libertad y la justicia verdadera que nos regala Jesús.

Como bien, vemos, esperar o pensar en el fin de los tiempos nos ayuda a descubrir que algunas opciones de nuestra vida presente no tienen  sentido definitivo, vale decir no tienen la última palabra. Los que creemos en Jesucristo sabemos que no tiene sentido absoluto el apegarse a las cosas que se acabarán. Lo que nos importa es favorecer que este mundo sea mejor, según el querer de Dios. Nos mantenemos animados por la esperanza en Dios que solidariza con nosotros para dar sentido a nuestras vidas, para fortalecernos en nuestras penas.  Por eso que, para nosotros, los signos atemorizadores (señales en el sol, rugido del mar, violencia de las olas, etc., (ver. Lc 21, 25-28.34-36) que describen el evangelio de Lucas que leemos hoy, sólo son un paso hacia la renovación o la transformación en Cristo. Porque el vendrá para introducirnos en la vida verdadera que Dios nos regala.

El mensaje es que no olvidemos que Dios nos ha prometido la liberación de todo aquello que nos angustia; nos dará la justicia verdadera (Jer 33, 14-16).

Que, en este tiempo de adviento, crezcamos en amor mutuo y hacia todos los demás; que nuestro comportamiento agrade a Dios y los que nos rodean (cf. 1Tes 3,12ss).  

En este tiempo de adviento, nos preguntamos: ¿Cómo me dispongo para esta espera? ¿Qué actitud tomaré para esperar de buena forma la Navidad? Vivamos este tiempo en continua vigilancia mientras esperamos la segunda venida de Jesús, así nos preparamos  a nuestro encuentro definitivo con Dios. Si de verdad amamos a Dios, llenemos la mente no de cuantas cosas tenemos por resolver todavía, sino de cuanto amor estamos dispuestos a empapar en los gestos y contactos que tenemos unos con otros para que juntos podamos decir: “El Señor Dios es nuestra justicia” (Jer 33, 16); en Él hemos puesto nuestra esperanza y a Él aguardamos gozosos porque Él nunca nos defraudará. En Él podemos renovarnos, vivir sin miedo, cambiar y transformarnos en anunciadores y testigos de su infinito amor.

P. Bolívar Paluku Lukenzano, a.a