Domingo II, Adviento C: ¡Convirtámonos a la justicia del Señor!

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En este segundo domingo de adviento, Juan Bautista nos invita a la preparación del camino del Señor que ya se acerca. Para eso, estamos llamados a la conversión. Pero, ¿qué significa para nosotros hoy esta conversión? Convertirse es purificarse del pecado, enderezar las torceduras del corazón y de la mente, colmar las quebraduras de la inconstancia, y del capricho. Derribar las pretensiones del orgullo y de la vanidad, vencer las resistencias del egoísmo; hacer de la propia vida un camino recto que lleve a Dios.

La palabra de Dios que meditamos en este 2°domingo de adviento nos recuerda que tenemos que caminar hacia la salvación que nos llega de parte de nuestro Dios. Todos y todas estamos llamados a dicha salvación. ¿Cómo prepararnos? Para el profeta Baruc (5, 1-9), en la primera lectura, tenemos que quitarnos el manto de duelo y de aflicción para recibir la justicia y la gloria de Dios que vienen a visitarnos para habitar en nosotros.

San Lucas (3,1-6), por su parte, nos recuerda, el clamor de Juan Bautista que exhortaba a preparar el camino del Señor, a allanar sus senderos,… Seguramente que en nuestra vida hay algunas actitudes que debemos cambiar para que realmente el Salvador encuentre un lugar propicio y así obtengamos la salvación; ya que para ser liberados por Jesús es necesario despejar nuestro corazón de todo tipo de rencillas que nos limitan y que obstaculizan la manifestación de Dios en nosotros. Toda forma de falsedades debe ser echada de nuestro comportamiento y de nuestro trato al prójimo.
Si por su inmenso amor, para con nosotros, Dios viene a liberarnos con la llegada del día de Cristo, pongamos de nuestra parte para que esa liberación sea plena. Vivamos según el evangelio: en la verdad y comprometidos con la justicia, la verdad, transparencia y sinceridad.
La lectura de la carta a los Filipenses (1, 4-11) nos recuerda que Dios es quien ha iniciado en nosotros la buena obra de vivir de su evangelio y de difundir su buena noticia. Además que él viene hacia nosotros por pura iniciativa de amor y de entrega generoso. ¡Aprendamos de él para entregarnos al servicio de los demás sin mirar a quien!
La tarea que nos corresponde es la de mantenernos puros e irreprochables ante nuestro Dios, es decir coherentes y consecuentes con nuestra fe, cultivando la justicia que proviene de Jesucristo, de compartir generosamente lo que de Dios hemos recibido gratuitamente.
La conversión a la que estamos llamados hoy nos compromete no solo con Dios; también nos lleva a mejorar nuestro trato con los demás: con nuestros familiares, vecinos, compañeros de estudios o trabajo…
¡Que el Señor despierte nuestros corazones y nos mueve a preparar los caminos de Jesús para que cuando venga podamos servirle con alegría y con una conciencia desinteresada! ¡Así sea! ¡Amén!

P. Bolívar PALUKU LUKENZANO, a.a