DOMINGO III de ADVIENTO, A: ¡ALEGRARSE EN CRISTO PARA ALEGRAR A LOS DESMÁS!

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 Este tercer domingo de Adviento es conocido como el domingo de la alegría. Al acercarnos a la Celebración del día de Navidad se nos manifiesta como la realización de las promesas del Creador para sus criaturas: la restauración de todo por su Único Hijo, Jesucristo, el Emmanuel. Constituye un motivo de alegría para los que creemos en Jesucristo, así como nos dice san Pablo en la carta a los filipenses: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. El Señor está cerca” (Fil. 4,4.5). La primera lectura del profeta Isaías comienza con la misma invitación a vivir en el gozo: ¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa…que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! El profeta que ya prevé la llegada del reinado Dios y anima a la alegría. Hoy en día cuando analizamos lo que se vive en nuestro entorno, podemos ver que hay muchos signos de bienestar humano: hospitalidad, solidaridad, éxitos tecnológicos y muchos adelantos por lo que hemos de alegrarnos porque han facilitado mucho la comunicación y la eficacia en la rentabilidad de servicios y de los negocios; incluso en acercar las diferentes realidades del planeta. –

Pero también, si estamos más atentos, podemos notar que no todo da para alegrarse porque aún hay tantas situaciones que lamentar: la violencia en el mundo, en los barrios, y en las familias; la situación de miseria en algunos hogares, por un lado y, por otro lado, la falta de dialogo y la incomunicación en muchos círculos humanos. Son unas de esas situaciones que nos interpelan, y, nos invitan a compartir nuestro gozo de creer en el Dios con los que aún no tienen este don de la fe en Jesucristo, nuestro Salvador cuya llegada esperamos en Navidad.  Por eso, aunque haya muchos signos de vida por los que tenemos que alegrarnos, reconocemos que, Jesucristo, el Señor de la Victoria debe venir para salvarnos del egoísmo, del odio, de la codicia, del individualismo que ponen en riego la comunión fraterna a la que nos llama nuestro Dios. ¡Que el Señor abra los ojos de nuestro corazón, para que seamos libres de todos prejuicios y de toda avaricia! ¡Que nos acerquemos cada vez más a los que están desolados, a los que están afligidos y a todos los que la pasan mal, para que el amor de Dios se propague por todos los rincones de este país, y por el mundo entero…

La segunda lectura de la carta de Santiago (5,7-10) nos invita a armarnos de paciencia y de mucha perseverancia hasta que llegue el Señor Jesús…El ejemplo clásico del agricultor que espera pacientemente la cosecha después de sembrar, nos ilustra bien en este compromiso que tenemos de esperar sin desaliento – esperar de los brazos cruzados – sino que nuestra espera, en este adviento, tiene que ser activa y participativa. Es tiempo de tomar “por ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en el nombre del Señor” (Stgo 5, 10) como bien nos dice la carta de Santiago. Por lo tanto, aquí la desesperación, la falta de compromiso no tienen que aplastarnos. Lo que debemos buscar es aspirar a hacer el bien nada más que por el bien mientras esperamos la venida del Emmanuel.

El evangelio según san Mateo (11,2-11) nos llama a no perder de vista a Jesús que se nos está manifestando a lo largo de nuestra vida. Estamos invitados, hoy, a no poner nuestra esperanza en nada que no sirva para que surja la vida; en nada que vaya en contra de la justicia y paz

Alegrémonos porque el reino de Dios ya está floreciendo: “los sordos oyen, los mudos hablan, los cojos saltan” (Mt 11,5). No nos cabe duda que Jesucristo el Salvador está en acción en nuestras vidas. Aunque haya momentos difíciles en que nos preguntamos si realmente Dios está con nosotros por las calamidades y las contrariedades que experimentamos en nuestro mundo, ya sabemos que no hay otro fundamento de la vida fuera de Jesucristo, el Dios que se hace cercano a nosotros para elevarnos a la vida divina. Estamos convencidos de que Dios se hace uno de nosotros para que experimentemos el gozo del reino de los cielos.

¡Que Jesucristo venga a sanarnos, a liberarnos, a levantarnos y a alegrar nuestros momentos de sinsentido! ¡Que en su nombre crezca en nosotros la esperanza, la perseverancia y la paciencia! ¡Que venga a nosotros Tu Reino Señor!

P. Bolívar PALUKU LUKENZANO, a.a.