III DOMINGO DE PASCUA: ¡Quédate con nosotros Señor!

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Celebramos el tercer domingo de Pascua. Jesucristo nos ha demostrado que estamos hechos para la victoria. Vivimos para Dios y en él resucitaremos un día. Por eso Jesús, después de haber resucitado de entre los muertos, se aparece a los discípulos en diversas circunstancias.

En la primera lectura de los hechos de los apóstoles (Hechos 2, 14.22-33), seguimos la síntesis del cumplimiento de las promesas y de las profecías por Jesús. Él se abajó de su divinidad para identificarse con nuestra condición humana; pasó haciendo el bien realizando muchos milagros. En Jesús se ha realizado todo lo que los profetas habían predicho. El testimonio de San Pedro sobre la resurrección de Cristo es para nosotros un impulso, un camino que seguir. En efecto, los que creemos en Cristo, en él encontramos nuestra fuente de alegría: “veía sin cesar al Señor delante de mí, porque Él está a mi derecha para que yo no vacile. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza, porque tú no entregarás mi alma al abismo, ni dejará que tu servidor sufra la corrupción” (Hch 2,25).

Jesús resucitado nos moviliza, se manifiesta a sus discípulos. Hoy es el turno de estos dos discípulos de Emaús que, decepcionados por la muerte de Jesús, regresan a su pueblo, lamentándose por el camino. Y es allí mismo que serán visitados por el resucitado.

Al aparecerse a ellos, Jesús les explica las Escrituras, como lo había hecho en otros tiempos. Pero ahora, con la fuerza de la resurrección, su enseñanza puede penetrar el fondo de los corazones de estos discípulos hasta hacerles arder el corazón: “¿Acaso no ardía nuestro corazón por el camino mientras él nos hablaba?”(Lc 24, 32). Es por eso que querían que Jesús se quedara con ellos a pasar la noche, porque con él se sentían seguros y confiados.

Lo reconocerán al partir el pan. Jesús es el pan de vida que colma todo tipo de hambre y que alivia todo tipo de preocupaciones. 

Hoy, en la ruda realidad que nos toca vivir, nos acompaña el Señor. Nos explica su Palabra…¿Lo reconocemos? 

En la Eucaristía, en la santa misa que celebramos muy a menudo, partimos el pan de vida (cuerpo de Jesús que se nos ofrece en alimento. Es bueno que nos preguntemos si de verdad lo reconocemos y sí realmente lo recibimos con entusiasmo.

El mensaje central de este evangelio es que Dios, específicamente, Jesús viene siempre a nuestro encuentro: nos viene a visitar en camino de nuestra vida. Viene a fortalecernos y a consolarnos…

Algunas veces no lo reconocemos y le decimos igual que los de Emaús, “¿Tú eres el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?” Sin embargo, Él busca abrir nuestros ojos a la profundidad de la vida, a la confianza en la victoria de la vida sobre la muerte y nos invita a ser anunciadores de la esperanza aún cuando no entendemos lo que nos sucede. Cuando las dificultades y los problemas de la vida abruman nuestra mente, es la ocasión en que tenemos que decir, quédate con nosotros Señor para que junto a ti sepamos sobrellevar nuestros problemas; o ¡quédate con nosotros para que la alegría de nuestro éxito encuentre en ti su plenitud!

“¡Quédate Señor en  mi vida, ilumíname con tu palabra y aliméntame con tu presencia! ¡Abre mis ojos para reconocerte, para que mi corazón se ilumine con la luz de tu resurrección! Disipa mis temores y librame de todo miedo… Hazme vivir de tu esperanza…

P. Bolivar Paluku Lukenzano, aa.