En este domingo, celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad: un Solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es decir que nuestro Dios no es un Dios solitario. Es un “Dios-en-Comunión de Amor”: “El Padre hace todas las cosas en Jesucristo quien es su Palabra junto al Espíritu”. (Cf. San Atanasio).
La primera lectura del libro del Éxodo nos recuerda: ”El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en el amor y fidelidad” (Ex.34, 4-6). Este pasaje que reporta Moisés de su experiencia de encuentro con Dios resume el misterio de Dios-Trinidad que celebra hoy. En Él la bondad, la compasión y el Amor tienen su máxima expresión. El Padre es la fuente del Amor, de Él nos ha llegado Jesús-el-Amor en persona, y de los dos, del Padre y del Hijo hemos recibido el Amor vivificador en la persona del Espíritu Santo. En Dios resplandece la plena perfección y su comunión trinitaria nos invita constantemente a entrar en la comunión de la vida eterna. ¿Qué tanta falta nos hace hoy vivir en armonía entre las distintas componentes de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestras comunidades?
Si realmente queremos vivir nuestra fe en comunión fraterna, fijemos nuestros ojos en Dios. Contemplemos el amor que une el Padre al Hijo y al Espíritu Santo quienes, siendo de la misma naturaleza divina son diferentes en sus atribuciones. Sin embargo, el Padre Creador no hace nada sin el Hijo y sin el Espíritu Santo. Y el Hijo Salvador no salva solo, todo se realiza por Él en comunión con el Padre y con el Espíritu. Y éste (el Espíritu Santo) no inspira nada que no le venga del Padre y de Jesús. Allí tenemos el modelo de comunión y unidad en nuestra integración de la pluralidad que queremos formar para vivir en paz, más allá de nuestras diferencias. Simplemente dicho, en Dios-Padre-Hijo y Espíritu Santo se nos hace posible pensar en una sociedad reconciliada, en una familia que se la juega por la unión a pesar de las diferentes opiniones de sus integrantes.
¿Cómo podemos llegar a amarnos mutuamente más allá de nuestras diferencias a ejemplo de la Santísima Trinidad?
Pablo en la segunda lectura de hoy (2Cor 13, 11-13) nos da la clave: “Alégrense, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces el Dios del amor y de la paz permanecer en ustedes… La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con ustedes” (ídem). La calidad de nuestra cohabitación dependerá de nuestra permanencia en el amor y la presencia de Dios Padre Hijo y Espíritu Santo. Eso se gana con la capacidad y el tiempo que nos daremos para reflexionar y meditar sobre lo que vivimos y hacemos; depende de nuestra amistad con Dios.
Por amor, Dios nos ha creado. Por amor, el mismo decidió devolvernos su amistad cuando nos hemos apartado de Él por nuestros pecados. Y por amor Dios sigue actuando hoy en nuestra Iglesia, en nuestras vidas, en nuestras familias y en nuestras vidas personales cuando en oración dialogamos con el Dios de la vida.
Dios es Padre amoroso y bondadoso, se preocupa de nosotros porque “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Esta es nuestra convicción: el amor es el elemento esencial del misterio de la Trinidad: Dios es amor siempre en acto. El es “ternura, él vive en nosotros” debemos atrevernos a amar como él, y no tenemos motivo para temer nada. Con un Padre tan firme y tan fiel, ¿cómo podemos temblar ante las adversidades del día a día? Dejémonos guiar por Dios que nos favorece siempre siendo Padre, Hijo y Espíritu Santo.
P. Bolivar PALUKU LUKENZANO, aa.