La fiesta de la Sagrada familia de Jesús, María y José que celebramos hoy es una oportunidad de valorar una vez más nuestras propias familias, ¡cualquiera sea su situación! Dios cuando se nos acerca, cuando irrumpe en nuestra historia, siempre lo hace desde un ámbito comunitario. Por lo mismo, se encarna tomando parte de una familia y de una tradición humana…y en este caso de una familia de José, un simple carpintero, descendiente de David.
De este mismo modo, él se elige un pueblo al que él mismo promete bendiciones. La vocación de Abrahán por parte de Dios, está ya relacionada con esta constitución de un pueblo, de una familia de Dios…
La primera lectura del Eclesiástico (3,2-6.12-14) nos recuerda lo importante que es el respeto por padre y madre:” Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha”.
De la segunda lectura (Colosenses 3, 12-21) San Pablo nos exhorta a sobrellevarnos mutuamente y a perdonarnos cuando alguno tenga quejas contra otro y a dar gracias de todo corazón…
El evangelio según san Lucas (2, 22-40) nos presenta la Sagrada familia cumpliendo con un ritual de la tradición de la familia en la que Jesús se encarnó. Es importante notar que para Dios, la familia tiene un lugar central en la realización de su plan de salvación. Que la sagrada familia realice lo prescrito en la ley, es signo de que Dios se sirve de nuestras organizaciones humanas, sociales para regalarnos la felicidad que esperamos de él. Dios nos toma en serio.
En su familia, Jesús es un niño de sorpresa; Simeón- un abuelo fiel a la tradición de su pueblo- recuerda a María que Jesús es un niño particular: Jesús es la luz que ilumina a las naciones. Y, a la vez, es ese niño que será causa de caída y de elevación para muchos en Israel…”. María santísima guarda todo en su corazóndispuesta a entregar su sacrificio de madre al acompañamiento del Hijo de Dios hasta el final de su vida. Hoy, cuando se desdibuja el valor de la familia, debemos aprender de la sagrada familia, no solo su unión sino también el cariño, la fidelidad y el respeto de los vínculos que nos une tan solo por amor.
¡Que Jesús, María y José sean para nosotros la fortaleza y el ejemplo de participar de la vida de Dios en nuestras familias!También, ¡que el ejemplo de José y María nos sirva para alzar la lealtad y la confianza en nuestros familiares por encima de los intereses egoístas!
P. Bolivar PALUKU LUKENZANO, aa