Salvación y la alianza de Dios con nosotros constituyen el centro de las lecturas de este primer domingo de cuaresma. Porque nos ama, desde tiempos muy antiguos, Dios ha establecido una alianza con nosotros, su pueblo; “quiere que todos se salven” (1Timoteo 2, 4). El objetivo de este camino de alianza es que Dios nos quiere levantar de nuestras iniquidades, de nuestras fragilidades.
La primera lectura Gen 9,8-15 muestra esta Alianza que Dios, a través de Noé, hace con la humanidad. Y, el evangelio presenta a Cristo, fuente de la Nueva alianza, por quien es posible nuestra resurrección más allá del sufrimiento. La segunda lectura de la 1ª carta de Pedro 3, 18-22, deja claro que Jesús, siendo justo, sufrió por nuestra salvación. Es en el bautismo donde nos configuramos con Cristo: De las aguas del bautismo, entramos en el Reino. Lo cual implica un compromiso activo con Dios y con los hermanos.
El miércoles recién pasado iniciamos la cuaresma como tiempo de salvación, un tiempo propicio para dejar que Dios opere cambios y que renueve en nosotros su plan de salvación. Jesucristo que ha venido de parte de Dios, experimenta en el desierto, la tentación y la oración. Él es nuestro modelo a seguir. Nos salva de nuestras tentaciones y de nuestro pecado. Nos llama a la conversión y a profundizar nuestra fe en el Reino de Dios (Evangelio). La salvación de Cristo está desde ya anticipada en la salvación que Dios realizó con Noé y su familia (la humanidad entera). El arca de Noé es arca de salvación. Por otro lado, en el bautismo, el cristiano participa de la salvación que Jesucristo ha ofrecido a los hombres mediante su muerte en la cruz.
Cada ser humano necesita mejorar su vida, sus condiciones de trabajo y de cohabitación con los demás. Podremos llegar a tal objetivo, cuando hagamos que Dios sea el artífice principal de nuestra vida. Jesucristo nos llama a la salvación invitándonos a entrar en el Reino de Dios porque no hay ninguna duda acerca de la fidelidad de Dios, además que nada ni nadie podrá arrancarnos de la fidelidad que Dios tiene con nosotros por su amor.
Hoy San Marcos (1, 12-15) nos recuerda que, ante la presencia del Reino y la oferta de la salvación, es bueno que hagamos prueba de conversión y de fe: “Conviértanse y crean en Evangelio” (Mc 1,15). La conversión cristiana es conversión a la persona de Jesucristo, es decir, dejar otros caminos, por muy atractivos que parezcan ser, y tomar el camino de Cristo. Igualmente, la fe con la que somos invitados a responder, no es sólo una fe humana, ni una fe puramente ´religiosa´, sino fe en Jesucristo, es decir, en su vida y en su doctrina como camino de salvación para el hombre. Si nuestra fe no está unida al misterio de Cristo o no conduce a Él, es una fe insuficiente, que necesita ser completada e iluminada por la verdadera fe en Cristo Jesús. La verdadera conversión no sólo es interior, sino que requiere hacerse visible en las obras, en la vida de familia, en el trabajo profesional, en el actuar y trato con las personas.
¡Que sepamos superar las tentaciones con la fuerza de la gracia de Dios que hemos recibido en el bautismo! ¡Que nos atrevamos a cambiar de mentalidad para llenarnos de la bondad de Dios! ¡Que la experiencia de conversión nos acerque más y más al compromiso con el prójimo! Y, ¡que nuestra verdadera salvación sea un sentirnos realizados por tomar en cuenta a los que nos rodean y especialmente a los decaídos y los necesitados de pan, de cariño y de un trato digno! ¡Que esta cuaresma sea una oportunidad para caminar con Jesús a fin de liberarnos de todo lo que nos aleja de Dios y de los demás!
P. Bolivar Paluku L.,aa.-