Con este Miércoles de Ceniza comenzamos, en la Iglesia, un tiempo muy especial. Un tiempo favorable para la conversión y para la transformación positiva de nuestra manera de vivir la fe. Ha de ser un tiempo de oración más profunda y de adentrarnos en lo más íntimo de nuestro corazón para escrudiñar lo que Dios quiere de nosotros aquí y ahora: ¿Qué quiere de mí, hoy, el Señor mi Dios?
La primera lectura de la profecía de Joel 2, 12-18 nos exhorta diciendo: “Vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios, porque Él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en amor”.
Ya que no podemos llegar a ser fieles a tal invitación sólo con nuestros méritos propios, nos abogamos a la misericordia divina uniéndonos al salmista diciendo: “¡Ten piedad de mí, ¡Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!… Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu” (salmo 50).
San Pablo, en la segunda lectura, nos anima a: dejarnos reconciliar con Dios, en el nombre de Cristo, ya que somos embajadores de Cristo y colaboradores de Dios en la obra de salvación (cf. 2 Corintios 5, 20—6, 2). El tiempo de cuaresma que iniciamos, nos introduce a cuarenta días que constituyen “un tiempo favorable y días de salvación” (ídem). Nos conduce hacia una vida espiritual más profunda y una entrega más sincera y generosa. Nos previene a no quedarnos en las apariencias y en lo que los demás digan. Es una invitación a fortalecer las motivaciones profundas al hacer las cosas.
El evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18 nos lo recuerda: “Cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.
En fin, al iniciar, hoy la cuaresma estamos llamados a prepararnos a la celebración de la Pascua. Todas las celebraciones de este tiempo apuntan a disfrutar del Misterio Pascual de Cristo (es decir Pasión, Muerte y Resurrección). En este ciclo B del año litúrgico el mensaje espiritual de Cuaresma nos ayudará a meditar acerca del Siervo sufriente que es el mismo Señor entregado por nuestros pecados.
En este contexto tan difícil de la pandemia, entremos en el desierto de la Cuaresma dispuestos a reforzar la oración, el ayuno purificador y la penitencia transformadora. Confiemos más y más en Dios, alimentémonos de su Palabra con la cual Nuestro Señor Jesucristo venció la tentación en el desierto… Confiemos fuertemente en nuestro Padre-Dios que ve en lo secreto y que recompensa la constancia de quien es fiel a su amor y que da vigor a quien, con sacrificio y abnegación demuestra compasión a sus hermanos que sufren en su entorno. ¿Qué actitud mía estoy dispuesto a cambiar en este tiempo de Cuaresma? ¿Cómo viviré este tiempo de gracia y de salvación? ¿Qué hábitos quiero desarrollar para fortalecer la esperanza?
P. Bolivar Paluku Lukenzano, aa.