En mundo que necesita sanación y transformación profundas, celebramos este domingo la fiesta Pentecostés. Es la fiesta de la venida del Espíritu de Dios sobre los apóstoles y es nuestra oportunidad de dejarnos guiar por Él. Es fiesta del nacimiento de la Iglesia Católica: diversa que se deja animar y transformar por el dinamismo de un mismo Espíritu. Es la fiesta de una Iglesia en la que las diferencias de idiomas, de razas, de pueblos constituyen una riqueza para la alabanza del único Dios que nos ha salvado por Jesucristo, nuestro Salvador.
“Ven Espíritu Santo, y envía desde el cielo el rayo de tu luz. Ven Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz. Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave alivio de los hombres. Tu eres descanso en el trabajo, templanza en las pasiones, alegría en nuestro llanto...” (Secuencia de Pentecostés).
En esta situación de crisis, necesitamos más empuje del Espíritu de Dios para que renueve la faz de la tierra. Debemos abrirnos a las llamadas del Espíritu divino así podremos llegar a ser siempre y en todo lugar, hombres y mujeres de bien, de unidad y de paz. Cuando la incertidumbre de la vida cotidiana pesa hoy sobre nosotros, podemos estar seguros de que Él nos asiste. Dejémonos iluminar con su luz para que disipe los miedos y temores causados por la desconfianza y la pandemia.
El apóstol Pablo nos recuerda que “Nadie puede decir: Jesús es el Señor” si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu… En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común” (1Cor 12, 3-7).
Pues, el Espíritu nos pone en el camino de la construcción de una comunidad de hermanos vinculados por el amor que nace de Dios en quien formamos “un solo cuerpo”, ya que todos bebemos del mismo Espíritu” (1Cor 12, 13). Nos regala siempre sus siete dones de: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Todos estos dones están a nuestra disposición.
Entonces ¿por qué surge la división entre las personas, entre los miembros de una misma familia, de una misma comunidad, de una misma Iglesia? ¿No será porque no hemos sabido dejarnos iluminar por el Espíritu de Dios? “Porque el Espíritu nos vivifica, dejémonos guiar por el Espíritu” y vivificaremos a muchos otros(as). Dejémonos guiar por el fuego del Espíritu de Dios y nos ayudaremos, nos respetaremos, nos animaremos, nos comprenderemos unos a otros. ¡Si nos dejamos transformar por el Espíritu Santo, cambiaremos nuestro entorno para bien!
Que, así como los apóstoles “se llenaron del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse…” (Hech. 2,4), que también alcancemos a hacernos entender por todos, porque desde nuestra fe, somos animados por la fuerza del Espíritu en la amistad con Dios. Y que, hoy sepamos renovarnos por los dones del Espíritu Santo. Que, al encontrarse con nosotros todos se pregunten: ¿Cómo es que yo que no pienso igual que ellos me siento respetado, recibido, considerado por ellos? ¿Cómo es que yo que no tengo los mismos gustos que ellos me siento valorado y comprendido por ellos?
(Cantemos: Envíanos tu Espíritu Señor y renueva la faz de la tierra)
De estos 7 dones del Espíritu: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, ¿cuál es el que más me hace falta hoy?
P. Bolívar Paluku Lukenzano, aa.