A una semana de haber celebrado Pentecostés, hoy contemplamos el misterio de la Santísima Trinidad. Esta realidad según la cual, nuestro Dios es a la vez Uno y Trino. Él es Padre-Creador, Hijo-Salvador y Espíritu Santo vivificador. Es un Dios en común–unión.
La primera lectura del libro del Deuteronomio nos dice que Dios es ese Padre de amor que se preocupa de su pueblo. El actúa en lahistoria de su pueblo y no le gusta que su pueblo sufra. De tal modo, él hizo salir a su pueblo de la opresión de Egipto “con mano poderosa y brazo fuerte” liberó al pueblo (cf. Deut. 4, 32-34). ¿Por qué no darle gracias a ese Dios que, con amor de Buen- Padre protege a su pueblo? Cierto que vale reconocer que “el Señor es Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo, en la tierra- y no hay otro” (id.). Esa opción por liberarnos será explícitamente realizada en Cristo, el Hijo entregado a nosotros por amor. ¿Qué hemos hecho del amor de Dios?
Fijémonos bien en esto: Dios es un Padre que nos ama y con amor nos salva por medio de Jesucristo, su Hijo amado. Y nos regalaEspíritu quien, como intérprete que nos ayudará a leer y reconocer la acción divina en lo que ocurre en nuestra historia, en nuestra familia, en nuestro mundo.
Dios, Uno en Tres: Padre-Hijo-Espíritu nos llama a heredar su Reino. Y como nos dice San Pablo, en la carta a los Romanos, en la 2ª lectura: “Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Rom 8, 14-17). Es decir, Dios nos crea, nos ampara, nos ilumina por el Espíritu, nos salva por Jesús y así nos ayuda a no perdernos en el camino de la vida. Y como no quiere que nadie se pierda, sino que todos se salven, el mismo Jesús nos envía a anunciar su Buena noticia a los pueblos. “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo… Y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 16-20).
Somos dichosos los que hemos sido elegidos por Dios como pueblo de su heredad y como beneficiarios de su salvación. Por su palabra justa y correcta, Dios nos conduce hacia su Reino donde la unidad entre el Padre, el Hijo y el Santo Espíritu es signo de comunión que nos inspira para superar nuestras divisiones. Así podemos amarnos y respetarnos en este mundo más allá de nuestras diferencias. ¡Que Dios Uno y Trino nos ayude a ser promotores de Unidad y de comunión! Así como en Él las diversas maneras de manifestarse – como Dios – no contradicen para nada su único amor con el cualnos bendice, a nosotros, su pueblo amado con nuestras maneras diferentes de ser, de pensar. Pues, ¡démosle gloria al Padre que nos ama, al Hijo que nos Salva y al Espíritu que nos fortalece siempre ypor los siglos de los siglos!.
P. Bolivar Paluku Lukenzano,aa