La Asunción de la Virgen María y el respeto por la dignidad de la mujer.

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La cercanía de Dios con la Virgen María, la llena de gracia (Lc 1,28), invita a ver a las mujeres como merecedoras de cariño y de respeto. Con la fiesta de la Asunción de la Virgen María al cielo en cuerpo y alma, la Iglesia ha querido enfatizar esta realidad. La Asunción es una verdad de fe que se basa en hecho de que, siendo Madre de Dios, la Santísima Virgen María tenía que compartir la gloria de su Hijo Jesús. La Madre del Hijo de Dios comparte la victoria de Cristo sobre la muerte. A la luz de las Sagradas Escrituras, los pastores de la Iglesia fueron captando este mensaje. El pueblo hebreo al que pertenece María ya creía que Dios no puede dejar que su justo vea la corrupción (Cf. Salmo 15). 

La Asunción (elevación) de la Santísima Virgen María al cielo es una fiesta que renueva nuestra esperanza en la incorruptibilidad de la vida de los hijos de salvación de Dios. En la Solemnidad de la Asunción, la liturgia de la palabra invita a contemplar a María como aquella “Mujer revestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de estrellas sobre su cabeza” (Ap.11) y que aplasta al dragón. Se ve la fuerza del bien que, en la Santísima Virgen, triunfa sobre el poder del mal. María, la llena de gracia tenía que superar a la fuerza maligna. Ella participar de la obra de la salvación recibiendo, en su seno, al Salvador del mundo: “Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías” (Ap. 11). En ello, María es el símbolo de la Iglesia que recibe y refleja la bondad amorosa de Dios con la humanidad. Es la Mujer agraciada que participa de la gloria salvadora de Dios. 

En su visitación a Isabel, María nos inspira la idea de lo que Dios espera de nosotros: ir al encuentro de los demás. Con esta visita donde se realiza un encuentro de dos mujeres tocadas por Dios. Se vive una gran alegría en la casa de Zacarías. Claro, ¡cómo no alegrarse al recibir a “la bendita entre todas las mujeres”! (Lc 1,42). María canta la grandeza del Señor: porque Dios la ha escogido a pesar de su humilde condición, la ha enaltecido en su pequeñez; porque Dios ha hecho grandes cosas en ella (Lc 1,46-55) .  En ella, Dios ha exaltado la dignidad de todo ser humano, en general, y la de la mujer en particular. En realidad, Dios ha mirado a la Virgen con misericordia y la ha encontrado digna de ser parte del cumplimiento de la promesa hecha a Abraham y su descendencia… (Lc 1,55).

En la Solemnidad de la Asunción de María reconocemos que Dios quiere tener junto a sí a todos aquellos que responden a su amor con amor. Podemos decir de María ella: feliz de ti porque quisiste estar para siempre junto a tu Hijo Jesús. Por eso, hoy, ha sido elevada junto a Él para interceder por nosotros…Ella nos inspira y nos anima a vivir con esperanza nuestra vida presente sabiendo que estamos llamados a experimentar para siempre la gloria del cielo, es decir, la plena comunión con Dios… 

La Asunción de María hacia Dios responde a la victoria sobre la muerte. Victoria que ya ha sido sellada por Jesucristo en su resurrección de entre los muertos. Y en, María contemplamos a una mujer de nuestro género humano que ha sido bendita y que nos alienta a emprender un camino de liberación. La misericordia de Dios manifestada en María nos dispone a valorarnos unos a otros y a confiar plenamente en Dios. 

Hoy por hoy; como la Virgen María: “Las mujeres, fieles cristianas, que por el bautismo han sido injertadas en Cristo, constituidas en pueblo de Dios y hechas partícipes de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen también la misión de todo el pueblo cristiano en el mundo y en la Iglesia. La ola de cambios que nos encontramos viviendo, afecta la identidad y la misión de la mujer” (María Paz DIAZ, “Mujeres, sociedad e Iglesia” in Samuel YAÑEZ y Diego GARCÍA, (edit.)   El porvenir de los católicos latinoamericanos. Hacia la V conferencia del Episcopado latinoamericano y del Caribe (Aparecida 2007), Centro teológico Manuel Larraín, p. 48). 

Progresivamente, las mujeres quieren que se las respeten y valoren su propio ser femenino, especialmente en el terreno del autocontrol emocional, donde la incertidumbre y la desvalorización son más acentuadas. Las mujeres no quieren competir con los hombres, pero quieren recibir un trato justo” (María Paz DIAZ, art.cit., id). 

Es preciosa la actitud de Jesús frente a la incorporación de la persona. Se relaciona con todos por igual. No mira a menos a nadie ni por su origen, ni por su condición de hombre o mujer, ni por su estatus social. En la perspectiva de Jesús: “El punto de referencia entre hombre y mujer no es entre ellos mismos, sino que ambos mirando hacia Dios. La mujer no ha sido creada a la medida del hombre, como ha entendido por mucho tiempo el lenguaje estético que cuenta el episodio de la costilla de Adán. También puede decirse que fue creada mientras el hombre dormía, lo que quiere significar que para el hombre la mujer es un misterio inaccesible cuyo fundamento y respuesta es Dios que, como Trinidad ofrece un modelo de relación comunitario para la humanidad.  Así la identidad de la mujer no restringe a un rol o una relación con el hombre, sino que remite al conjunto de la humanidad creada a imagen y semejanza de Dios…” (Ibídem, p. 50). ¿Cuál fue la actitud de Dios frente a María? ¿Cómo se relacionó Jesús con las mujeres de su tiempo si no es con amor, respeto, valoración y bondad? 

A la luz de la Virgen de la Asunción, vemos que Dios siempre ha querido lo mejor para cada ser humano, en general y en particular por cada mujer. Ha tomado en cuenta la dignidad de la mujer. Por una Mujer de Nazaret nació el Salvador, Jesucristo. Ella es Madre del Señor (Lc 1,43). 

En fin, la Virgen María es una Mujer por excelencia (Juan19,25-27). Ella es digna colaboradora de la obra de la salvación. Como ella, toda mujer hecha a imagen y semejanza de Dios (Genesis 1,27) debe ser valorada y respetada en su dignidad como hija de Dios, templo sagrado del Espíritu de Dios, como madre y custodia de la vida en total unión con Dios. 

P. Bolivar Paluku Lukenzano,aa.