San Agustín: Nuestro Patriarca

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El Padre Manuel d’Alzon, un amigo de San Agustín

“El lector mínimamente informado sobre los escritos del Padre d’Alzon no tarda en respirar un aroma agustiniano a lo largo de las páginas. A menudo su pluma transcribe libremente pensamientos extraídos de los libros de San Agustín y se permite hacer amplias citas en latín, sin más precisión que la de un conocimiento seguro, un poco a la manera bíblica… Desde su juventud, Manuel d’Alzon desarrolló el gusto por la lectura de las obras de Agustín. Fue una fuerte preocupación suya sumergirse en el conocimiento directo de los Padres de la Iglesia, de los que el obispo de Hipona es el líder indiscutible en Occidente… Nuestro fundador siempre quiso que sus familias asuncionistas tuvieran una impronta agustiniana. Para este hombre, fundador a los 35 años, apasionado por la verdad y la unidad, la vía agustiniana es el camino real, porque determina el eje central de toda la vida, el de la caridad. Pero, sobre todo, da los medios para realizar y encarnar la pasión del Amor gracias a la elección de la vida en común que la Regla especifica. Se abre al amor de la Iglesia a través de esta “pasión” del apostolado que es la extensión y la construcción cotidiana.  (Padre Jean-Paul PERIER-MUZET)

Los “agustinos” de la Asunción, ¿una bandera de conveniencia?

En el siglo XIX, toda nueva congregación debía adoptar una de las grandes reglas del pasado. Y muchos fundadores, para obtener el derecho a navegar por las aguas de la vida religiosa, eligieron la Regla de San Agustín. Como una bandera de conveniencia. Nada más. Pero para nuestro fundador, el Padre Emmanuel d’Alzon, era algo más. Si no fue su único Maestro, muy pronto fue el más querido, el más seguido, el único que prácticamente frecuentó hacia el final de su vida. Y para nosotros, asuncionistas de hoy, ¿Agustín sólo será una bandera de conveniencia?

Seamos claros: Agustín no es nuestro Padre. Es nuestro patriarca, según la voluntad del Padre d’Alzon o, como solíamos cantar ¡Magne Pater Augustine! Ya a través de nuestro fundador, de su espíritu y de sus grandes textos, la savia agustiniana se eleva en el árbol de la Asunción. Por ejemplo, la centralidad de Cristo y de las virtudes teologales, el sentido de la Iglesia, el amor a su unidad, la trilogía (unidad, verdad, caridad) tan querida por el Padre Pernet, discípulo del Padre d’Alzon y fundador de las Hermanitas de la Asunción. Pero este tesoro agustiniano, al que algunos de los nuestros se han dedicado por entero, ¿no podemos aprovecharlo mejor todos? (Padre Hervé STEPHAN)