IV Domingo TO C

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Hoy, la Palabra de Dios sigue hablándonos al corazón acorde con la crisis general que vive nuestro mundo.

En la primera lectura, Jeremías nos cuenta sobre su vocación. En un contexto de guerras y de dificultades en la vivencia de la fe, Jeremías (1,4-5.17-19) percibe que el Señor lo eligió, siendo un joven tímido para ser una voz de los sin voz. Siente que a pesar de la resistencia de los poderosos que le hará la vida difícil… seguirá respondiendo a su misión gracias a la acción de Dios, en Él. Siente que el anuncia de palabra de Dios es garantizado y sostenido por la fuerza divina que actúa en Él. Dios asegura sus pasos a pesar de la resistencia de los suyos. Dios que le conoce desde el vientre de su madre nunca lo dejará solo.-

El salmo (70, 1-4ª.5-6ab.15ab.17) habla de la misma experiencia similar a la del profeta Jeremías. En este salmo, el pueblo canta la victoria de Dios sobre los que le oprimen. Dios hace justicia a su pueblo. El pueblo le alaba y le da gracias a Dios, aun cuando en el momento de dolor pareciera ser que Dios se había apartado de su Pueblo… Sin embargo el Señor sigue siendo la esperanza y el apoyo incondicional en el momento de la angustia y del sufrimiento.-

En la segunda lectura San Pablo (1Corintios 12,311-13,13) contempla el misterio del amor de Dios para con su pueblo. Dios es paciente, ama a su pueblo, no guarda rencor, es servicial hasta lava los pies de su gente. Llega hasta perdonar a sus verdugos gracias al gran amor para con nosotros su pueblo. San Pablo nos ayuda a descubrir que solo el amor acrecienta la confianza, la paciencia, la comprensión. El amor que nos regala Dios nos ayudará a recibir en nosotros los dones de Dios: la fe y la esperanza. Y es gracias a eso que realizamos con abnegación el servicio entregado a los demás.-

Jesús, en el evangelio (Lucas 4, 21-30) después de atribuirse el mensaje del Profeta Isaías en la lectura realizada en la sinagoga de su pueblo, reprocha la falta de fe y la indiferencia de su gente. Les advierte que por eso no verán los milagros como aquellos que Él hizo en Cafarnaúm. Les recuerda que la salvación no es un privilegio, sino un regalo, un don de Dios que necesita de la apertura de nuestro corazón. 

Abramos nuestro corazón a Dios para apreciar y beneficiar de sus sorpresas milagrosas incluso en los momentos oscuros de nuestra existencia. Que su amor nos mueva a defender la justicia, a conservar la fe y a fortalecer la esperanza. ¡Que así sea!

P. Bolivar Paluku, aa.