-.DOMINGO DE GOZO Y DE ALEGRÍA.- 

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¡Aleluya! ¡Ha resucitado Jesucristo, nuestro Señor!

Después de haber contemplado a Cristo en su Pasión, en este día santo de Pascua,  revivimos la victoria de nuestro Señor sobre la muerte. Si con la muerte de Jesús un gran silencio reinó sobre la tierra; si con su muerte la tierra se estremeció porque Dios se había dormido. Todo fue para que Él llevara consigo a todos los que duermen en las tinieblas del pecado. Jesucristo experimentó nuestra condición  humana, para llevarlo con Él a la resurrección en la vida eterna. 

 

En esta solemne Pascua, toda la Iglesia se alegra y canta con el triunfo de Cristo. En Él, Dios Padre nos ha demostrado su voluntad de salvarnos;  de hacernos entender que la muerte no tiene la última palabra.  Por eso, este día es para alegrarse del amor de Dios, amor que siempre quiere la vida, la libertad, la alegría, la justicia, la paz… 

 

Las lecturas de la Palabra de Dios que hemos escuchado hoy nos recuerdan lo que ha sido la historia de la relación de Dios con el ser humano. Si desde la creación  Dios ha querido establecer una alianza con la humanidad. Y cuando estábamos alejados de él, Dios mismo decidió acercarnos a Él por medio de Jesús, quien, tomando nuestra condición humana, nos santificó por la preciosa ofrenda de su cuerpo y sangre; y con  ese sacrificio, se entregó a sí mismo a la muerte en la cruz. Pedro lo sintetiza en su  anuncio y la proclamación de la Resurrección del Señor: a Jesús de Nazaret que mataron  en  el árbol de la cruz, Dios lo resucitó al tercer día.. (cf. Hechos 10, 34 ss).

 

Los que en Cristo hemos sido bautizados, estamos asociados a su vida victoriosa. Al haber sido sumergidos en el agua, hemos muerto a nuestros egoísmos para resucitar con Cristo a la vida entregada a los demás,  para recobrar el verdadero sentido de la vida. 

San Pablo en su carta a los colosenses, nos exhorta a no volver a ensuciarnos con  los vicios que nos alejan  de la vida. Que vivamos anhelando los bienes celestes sin  descomprometernos con  la realidad terrena: “Hermanos ya Uds han resucitado con Cristo. Tengan los pensamientos puestos en  las cosas celestiales…” (col. 3, 1ss).

 

María Magdalena demuestra la experiencia de amor. Busca a Jesús, incluso en  sepulcro. Y es testigo del gran  acontecimiento de la resurrección. Es el cumplimiento de las promesas de Dios para con su pueblo tal como lo anunciaran los profetas. El es la alegría del pueblo en  los momentos de victoria. En fin, Cristo resucitado es nuestra fuerza a la hora de la angustia y de la desesperación. 

 

Ultrajado y maltratado, Jesús resucita y fortalece nuestra esperanza. Ya no hay lugar para la tristeza ni para la desesperación  cuando ponemos la  esperanza en el Señor de la vida, Jesucristo resucitado. 

 

Que este tiempo pascual sea para cada uno de nosotros una oportunidad de renovación  en  nuestra parada ante la vida. Que tengamos, cada día, más disposición para ser signos de vida destinada a la gloria en el Señor resucitado ante quien  ninguna fuerza del mal ni de la muerte tiene sentido. En Él tenemos vida en abundancia hoy, mañana y por los siglos de los siglos. Amen… Resucitó

P. Bolivar Paluku, aa.