Domingo XIV, t.o.C: Vayan, yo el envío

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El domingo pasado meditábamos acerca de lo radical y lo exigente que es seguir a Jesucristo. Descubríamos que ser cristiano es tan bueno que nos lleva a ser liberados de todo tipo de esclavitud; incluso de las excusas que no nos dejan gozar de nuestra fe: seguir a Jesús es vivir libres para amar sin límites…  

En este domingo (T.O.XIV,c) el Señor que nos ha llamado a seguirle,  nos envía a anunciar su buena noticia. Jesús nos recuerda que la cosecha del anuncio y de la vivencia del Reino de Dios desde la entrega total es abundante. Sin embargo, son tan poco los que de verdad quieren arriesgar su vida para que la felicidad de Dios llegue a muchos otros. Por lo cual, Jesús nos impulsa a todos a caminar en sus sendas del anuncio del reino de Dios. Jesús nos elige para que formemos parte de esta gente capaz de dejarlo todo por Él y por el servicio al prójimo. 

 

Como a sus primeros discípulos, Jesús no nos llama a seguir en nuestro egoísmo: ¡los llama y los envía de dos en dos! En comunidad y para la comunidad. 

A los que Él mismo elige para su misión, Jesús les recalca no apegarse tanto a las cosas ni a los honores: “Vayan”; “no lleven ni dinero, ni provisiones, ni calzados…” (Lucas 10, 10).

Pero, con todas estas recomendaciones: ¿Qué nos pide vivir Jesús hoy? ¿Qué es lo que pide que vivamos? ¿Qué misión siento que el Señor me ha dado? ¿Qué significa para mí que el reino de Dios está cerca? ¿En qué percibo que la gente se resiste al reino de Dios? ¿Qué me impide anunciar la buena noticia? ¿De qué debo desapegarme para ser parte de los auténticos seguidores de Jesús?

La lectura del libro de Isaías (66,10-14) nos invita a vivir en la alegría de Dios porque él nos consuela: “Alégrense con Jerusalén, regocijasen con ella (…) porque la mano del Señor se manifestará a sus servidores”.  

La segunda lectura (de Gálatas 6,14-18) lo subraya aún más cuando Pablo nos insta que nos gloriemos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo: “Yo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”. Según este testimonio de san Pablo, es preciso estar dispuesto a sufrir por Cristo ya que la misión que nos encomienda conlleva también dificultades. Así como Él, por amor se ha sacrificado, nosotros hemos de llevar nuestra cruz diaria llevando así a cabo la realización del amor de Dios en nuestra vida diaria. 

 

Pidamos hoy que Jesús nos mantenga firmes en nuestra fe, para que su gracia actúe permanentemente en nosotros y nuestros hermanos. Y que sepamos alegrarnos del don gratuito de la salvación que Jesús nos ofrece como oportunidad de vivir sostenidos y apoyados por Dios que nos salva y nos libera sin cesar. ¡Que seamos como Jesús anunciadores de paz y de justicia en nuestros gestos y acciones cotidianas!

P. Bolivar Paluku Lukenzano, aa.