DOMINGO XVI – C La visita de Dios y nuestro modo de acogida

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La visita de Dios y nuestro modo de RECIBIR a las visitas (Gen 18, 1ss/Lc 10,38-42)

¿Cómo saber que es Dios que me visita cuando se me presenta por medio de un desconocido?

Abraham nuestro padre en la fe pudo reconocer la presencia de Dios en los tres hombres que se estaban parados cerca de él (Génesis 18,1ss). Apenas los vio, corrió a su encuentro. Captó que no era una presencia común, sino la de Dios. Así fue que se postró y comenzó a orar: “Señor mío si quieres hacerme un favor, te ruego que no pases de largo delante de tu servidor… La fe que tenía Abraham hizo que ese hombre de Dios captara el momento justo en el que Dios le traía la noticia que había esperado toda su vida: tener descendencia.

Dios nos visita de manera insospechada, hace falta corazones dispuestos a descubrir y recibir su presencia salvadora…

San Pablo, en su carta a los colosenses indica que Jesucristo es el centro de la experiencia máxima de manifestación de Dios. De hecho, Cristo, Palabra de Dios es la Palabra que se encarna y es la fuente de toda liberación. En él se cumple las promesas de Dios. Él es la visita por excelencia de Dios en nuestra historia. Anunciar su Buena Noticia del Reino es un agrado, así como es grato recibirlo a Él. Con Él se puede llegar a alcanzar la madurez espiritual y la delicadeza de recibir a los demás como signo de presencia de Dios.

Cuando el mismo Jesús llega a Betania, a casa de Marta, esta lo recibe en su casa y se preocupa de todos los detalles hasta agotarse.  ¡Mientras, María, su hermana se preocupa de la persona del divino visitante! Y, con eso ella “ha elegido la mejor parte que no le será quitada” (Lucas 10, 42). Una actúa y obra para que Jesús se sienta acogido en su casa. La otra, se pone a los pies de Jesús para escuchar su palabra. Ambas se abren a la presencia de Jesús aunque Marta desde su agitación debe aprender a buscar lo necesario.

Dios visita nuestro mundo de hoy con su mensaje de paz, justicia y generosidad. ¡Ojalá seamos hospitalarios para ponernos a sus pies divinos y dejarnos edificar por El!  ¡Que sepamos escucharlo y atenderlo cuando nos visita en el clamor del que sufre, en la angustia del afligido, en los acontecimientos, en meditación de su palabra, en la oración, en la lucha digna de los pueblos, etc.!

P. Bolívar Paluku, aa