Is.50, 4-7; Flp. 2, 6-11; Mt 26, 3-5. 4-27, 66.
En este domingo de Ramos, concluida nuestra larga travesía del tiempo de cuaresma, iniciamos la tan anhelada semana santa. Domingo a domingo hemos ido reflexionando sobre la presencia de Dios en medio de nosotros. Hemos ido descubriendo que Jesús es nuestro Señor-Redentor que ha venido de parte de Dios para reconciliarnos con Él: El mismo es aquel que fue maltratadoinjustamente para salvarnos del pecado. No se resistió a ninguna de las pruebas que se le presentaron en este arduo camino de la redención. Bien lo anunció Isaías: “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas a los que me arrancaban la barba… sé muy bien que seré defraudado” (Is 50, 4-7). Jesús es el siervo sufriente. Su fortaleza está en la no violencia y en la entrega pacífica a los sufrimientos que conllevan su misión para nuestra liberación.
En efecto, Cristo es el Señor humillado, el rey ultrajado y “basureado”. El, siendo Dios, quiso abajarse, obedeciendo a la fuerza del amor según el proyecto de Dios para bien de nuestra humanidad. Con ello, nos enseña Jesús que él es el servidor que se sabe despojar, que va hasta la cruz donde manifiesta la inmensidad del amor de Dios para con nosotros. ¿Le fue tan fácil cumplir esta misión? ¿Se dejó vencer por la angustia o por la traición, el abandono en la soledad?
Después de haber vivido con sus discípulos, enseñándoles el camino de la esperanza, Jesús celebra la fiesta de la nueva alianza. Comparte el pan y la copa en signo de su entrega total, para que su memoria quede resonando en los corazones de los que creen en Él. Querrá contar con su presencia en el momento difícil de su vida, pero, casi todos se apartarán de Él. Les suplica que lo acompañe en la oración, pero se dejarán ganar por el sueño. Serán distraídos. Y le fallarán. Jesús está triste y se encuentra solo: los discípulos se hanquedado dormidos.
Él deposita su tristeza y su abandono en la mano de Dios; se sientepreparado para realizar la misión que el Padre Dios le ha encomendado: muere por nuestra salvación, perdonando así los pecados del mundo incluso los de Judas que lo traicionó.
¿Qué nos enseña hoy este evangelio de la Pasión del Señor? ¿Qué para nosotros la traición de Judas? ¿He cambiado a Jesús por algunas monedas? ¿Reconozco a Cristo como mi salvador, hay algo en mi actuar que traiciona a Dios? ¿Cuántas veces me he quedado dormido cuando el Señor me pide algo?
Busquemos un momento de estar con Jesús en esta semana. Aprovechemos todos los ratos de esta semana Santa para recordar todo lo que nos hace falta cambiar y así llegar a renovarnos en Jesús quien con nosotros quiere vencer todos los vínculos de la muerte que nos entristecen. Con la fuerza de su amor que es más fuerte que la muerte nos lleva a renovar nuestra esperanza en Dios:
Te doy gracias Señor por entregarte a mí.
Te pido perdón para que me fortalezca en mi vida de fe.
Dame fuerza para que yo no te falle.
Jesús quiero que seas mi Señor, que seas mi maestro.
¡Señor Jesús quiero ser tu testigo y enfrentar la vida sin miedo!
Por tu pasión y muerte en la cruz, fortalece mi esperanza y renueva mis ganas de aliviar
siempre a otros en sus angustias y sus penas!
Tu que vive y reina por los siglos de los siglos...
P. Bolívar PALUKU LUKENZANO, aa.