Domingo III, B. Cuaresma

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La liturgia de la palabra de hoy la podemos resumir en tres ideas principales:
+ Dios ha hecho alianza con su pueblo elegido y le da, en el Decálogo, los mandamientos como camino de realización o de felicidad. Vale decir que la “ley de Dios es una expresión del amor de Dios”
+ Jesús viene a purificar los ritos y el culto; quiere el templo vuelva a tener su verdadero sentido como “lugar de encuentro con Dios y abrirse al prójimo”…

+ La sabiduría de Dios no es de este mundo: lo que nos parece necio, es lo que Dios elige como camino de comunicar su amor, como es la muerte de Jesús en una cruz.-

Primero, en la primera lectura del Éxodo, Dios recuerda lo bueno y lo misericordioso que fue con su pueble al arrancarlo de las manos del Faraón de Egipto, pasando por el desierto, en dirección a la tierra prometida. Por lo tanto, como respuesta a esta experiencia de amor, el pueblo debe cumplir sus mandamientos, porque es por ellos que se mantendrá en la vida y en la felicidad que Dios le tiene preparado. La ley del Señor es un camino de vida; es camino de amor hacia Dios y hacia el prójimo.

Segundo, este Dios de la vida, es el mismo quien, habiéndose hecho hombre, combate la injusticia, se enoja, arrasa con la mercadería de los negociantes del templo. ¿Qué justifica esta “ira” de Jesús, El que es tan tierno y tan compasivo?

La reacción de Jesús responde a una actitud de perversión y de injusticia que los jefes, los líderes religiosos imponían al pueblo. Porque se habían alejado de la ley divina viviendo según los intereses materiales egoístas: el negocio del templo sólo era de provecho para los poderosos ambiciosos… y Jesús les recuerda que lo que le agrada a Dios es todo acto o decisión que respecta el bien común, el bien de todos y lo que permite que cada uno encuentre al Dios vivo dentro de su corazón. Queda claro que con un mercado en un templo se puede interiorizar nada…

A lo mejor, todos hacían bien sus compraventas, y ganaban su vida de esas actividades comerciales del templo, pero ¿qué sentido tiene un negocio, por muy bueno que sea, que nos separa de nuestra razón de ser o que nos lleva a olvidar o a pisar los derechos de otros?

Es necesario que Jesús venga a recordar que su casa es un lugar de encuentro, de paz, de justicia de compartir y de comunicar vida…
Jesús es aquel que restaura toda vida destruida. Jesús es el libertador y liberador de los corazones abrumados. Él es quien muere sin morir porque vence a la muerte resucitando al tercer día: “es capaz de reconstruir el templo en tres días”.

Tercero, Jesucristo es el centro de la Nueva Alianza que Dios ha hecho con nosotros. Ya no es un templo de piedra lo que tiene importancia en el encuentro con Dios, “Cristo crucificado, escándalo para los judíos (segunda lectura), necedad para los griegos; pero para los que creemos en Él, es fuerza y sabiduría de Dios” (1Cor 1, 23-24). Es en Él que hemos puesto nuestra esperanza.

P.Bolivar PALUKU LUKENZANO, aa.-