Domingo XIX, t. o, C: SER PUENTE DE ESPERANZA CON EL VERDADERO TESORO DE NUESTRA VIDA, JESUS…

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En este domingo XIX, C, Dios nos convida a reflexionar sobre el modo cómo nos relacionamos con los bienes terrenales. Somos peregrinos y nuestra patria es el reino de Dios. Nuestro tesoro está más allá y lo experimentamos más acá. Y, “…allí donde tengan su tesoro, allí estará tu corazón… 

Es legítimo que aspiremos al bienestar material, pero no debemos olvidar que tenemos una llamada a la vida eterna. Para ello, hemos recibido el don de la fe; y esta fe nos dispone a vivir en la esperanza del reino de Dios que se manifestará completamente cuando llegue Jesús a regalarnos la felicidad plena. El reino de Dios tiene sus valores propios: verdad, justicia, vida. “Los que se mantengan firmes en su fe, en su esperanza, son dignos del reino de Dios”.
Abraham, nuestro padre en la fe es un ejemplo a imitar. Es ese anciano muy creyente quien, por la fe, aceptó dejarse guiar por Dios y dejando sus tierras partió hacia un país desconocido. Abraham es mismo anciano que creyó en la promesa de Dios que le anunciaba que su esposa Sara podía tener una descendencia a pesar de su edad muy avanzada. Más aún, es ese anciano valiente que, sin dudar aceptó sacrificar al único hijo de su vez para su Dios porque sabía que todo lo había recibido de él y porque estaba convencido “que Dios tenía el poder de resucitar y sacar la vida de la muerte” (Heb.11, 19). 
Como bien vemos con Abraham, “la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven” (Heb11, 1). Aquel que permanece unido a Dios por una fe cierta, animosa, valiente y firme, nada teme. Su vida está asegurada incluso en las dificultades. Con la fe nos abrimos a la esperanza de que no estamos solos. La fe nos enseña que contamos con una fuerza mayor que nos cuida y nos fortalece y nos anima a tender la mano al otro, a apoyar al otro con la fuerza que recibimos de Dios cuyo reino nos anima a comprometernos aquí y ahora.
Hemos recibido una promesa de que Dios vendrá a cumplir su reino. Dicho reino de justicia y de paz, de amor y de verdad, ya se está realizando. Por obra del mismo Dios y por nuestra cooperación, con nuestro compromiso certero con los demás, así vamos participando de la cercanía del reino de Dios.
Ojo que Jesús vendrá y ojalá nos encuentre dispuestos a entrar en su reino: ojala nos pille dispuestos a ser testigos de la fe, sembradores de esperanza, puentes de diálogo y no de chisme destructor. ¿Qué día será ese? ¿Cómo hacer para no ser tomados de sorpresa?

“Felices los servidores a quienes el Señor a su llegada encontrará velando…” (Lc 12, 37). La invitación es estar “preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada” (Lc 12, 40). Eso es hacer que nuestros compromisos de la vida cotidiana reflejen nuestra vinculación con Dios. Sepamos que: “Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más” (Lc 12, 48). 
¡Que, gracias a la fe, vivamos los valores del Reino de Dios en cada instante de nuestra vida! Nada descuidemos en las actitudes, actos, palabras, decisiones. Seamos preparados para gozar del mejor de los tesoros que es vivir en comunión con Dios en la eternidad.

P. Bolivar Paluku Lukenzano, aa.