Pentecostés, A: ENVIÁNOS TU ESPIRITU SEÑOR … 

1504

 Mientras el miedo se acaparaba de los apóstoles por  la muerte de Jesús y se  encerraban en  una habitación como para esconderse de los que mataron a su Maestro. En ese “confinamiento, ÉL, Jesús,  se les apareció y les dio la paz: “la paz esté con  ustedes” … Les comunicó su Espíritu: “Reciban el Espíritu”( Juan 20, 19-23).

El Espíritu Santo es comunicado a los discípulos de Jesús para que les asista a  su misión de anunciar la Buena Nueva.  

Cristo resucitado viene a asegurar la vida de sus amigos temerosos y asustados.  Jesucristo, Vencedor sobre la muerte, trae a sus discípulos algo que les hacía falta, la paz de su Señor.  Y para que ellos no quedaran  con ninguna otra duda,  les muestra sus manos para que entiendan que todo no había terminado con la tragedia de su muerte en  la cruz, el viernes santo.   Él vive y por Él todos tienen vida eterna.

Por la fuerza del Espíritu vivificador ya nada obstaculizará a los discípulos en su misión de anunciar el Reino de Dios.   En Pentecostés gracias a la presencia del Espíritu Santo, los seguidores de Jesús pueden obrar proezas en nombre de Dios. Con la ayuda del Espíritu podemos superar con valentía, las pruebas de la vida.

Como bien  lo dice San  Pablo,  “nadie puede decir Jesús es el Señor si no está impulsado por el Espíritu Santo”(1Cor 12, 3). Y es el mismo Espíritu que inspira la diversidad de dones y talentos en la familia de los creyentes, la Iglesia (cf. Id).

La misión  ha de seguir por obra del Espíritu Santo: con Él,  Dios seguirá dando el aliento de vida a su Iglesia.  

Pentecostés es la fiesta de la unidad de los cristianos, en  este día Jesús nos llama a vivir agradecidos porque somos diferentes, y porque pensamos de distintas maneras;  que demos gracias a Dios por las diversidades de idiomas que unen  en  una sola humanidad redimida por el mismo Salvador. 

A Dios gracias, formamos un solo cuerpo de tu Hijo Jesús que une en  un mismo Espíritu, esta fuerza vital que nos asiste con amor para inspirarnos las mejores decisiones según nuestra fe cristiana. 

En efecto, lo que ha hecho el Espíritu en la historia, lo sigue haciendo hoy en el mundo, en la Iglesia y en cada uno de nosotros:- él sigue siendo el alma de la Iglesia, llenándola de sus dones y carismas

– es el Espíritu Santo, quien suscita y hace florecer tantas comunidades cristianas llenas de fuerza, y anima en ellas movimientos muy vivos; – el Espíritu de la verdad sigue influyendo para que se renueve en profundidad la teología, la comprensión del misterio de Cristo; – él sigue guiando a la Iglesia a revitalizar la celebración litúrgica, la oración personal y un conocimiento más espiritual y profundo de la Palabra de Dios; porque como dice Pablo;

– él, el Espíritu de amor, quien suscita y sostiene tantos ejemplos de amor, entrega y compromiso de los cristianos en el mundo, a veces hasta el martirio, en defensa de la justicia o de la vida o de la verdad;

– él, que en Pentecostés unió a los que “hablaban en lenguas diferentes” (Hechos 2, 1-11), es el que promueve también hoy iniciativas de unidad de los cristianos, fortaleciendo la riqueza de la diversidad de dones y ministerios (servicios) (1Corintios12, 4-6). 

Regálanos, Señor Jesús, la paz que tu diste a tus apóstoles para disipar sus miedos y sus dudas. 

¡Envíanos tu Espíritu, Señor y renueva la faz de nuestro mundo tan dolido por las calamidades! Libéranos de las enfermedades y del egoísmo, de la avaricia y del odio… ¡Únanos en tu amor, Dios nuestro!

P. Bolívar PALUKU , aa