Navidad B, 17, día

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“UN NIÑO NOS HA NACIDO, UN HIJO SE NOS HA DADO” (Is 9,6).

La Palabra de Dios se ha hecho carne y ha habitado entre nosotros para acompañarnos. Esta es la buena noticia que celebramos en este día de Navidad. La Palabra (Verbo) de Dios nos comunica la luz y la vida verdadera. A todo ser humano, esta luz quiere iluminar y fortalecer. Los que acogen el Hijo de Dios reciben el regalo más grande, el de ser hijos de Dios.
El profeta Isaías ya anticipaba esta llegada del Hijo de Dios, en quien el Todopoderoso se hace cercano a todos los hombres de la tierra. El mensaje central de esta lectura de Isaías es que “Dios es Rey” y que se le puede ver tan cercano como quienes “ ven cara a cara al Señor”. Por eso, “¡qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz!” (Is 52, 7-10).
El salmo 97 nos invita a cantar sentimientos de alegría y victoria: “cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas” y “los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”.
La lectura de la carta a los Hebreos deja claro que Cristo es “reflejo de la gloria” de Dios y “sostiene el universo con su palabra poderosa”. Es Hijo y Heredero, es superior a todos los ángeles; y ya desde la creación inicial, por medio de él, Dios “ha ido realizando las edades del mundo”(He 1, 1-6).
En el evangelio de Juan, Jesucristo es presentado como el Hijo de Dios, la Palabra que manifiesta la gloria de Dios y que se hace hombre para manifestarnos la gloria divina. Por este mismo Hijo de Dios “fueron creadas todas las cosas”.
Ahora bien, a pesar de que viene hoy a hacer su morada en medio nuestro, algunos de los suyos no los acogen, prefiriendo así seguir viviendo en las tinieblas del error.
Hagamos que Él sea verdaderamente esa ternura por la que Dios quiere acercarnos a su amor, disipando las oscuridades y los miedos que nos azotan por la incertidumbre de un futuro mejor…
Busquemos en Él, el único refugio de nuestra alma y de nuestro corazón ya que, con Él a nuestro lado, “no puede haber lugar para la tristeza” (San León Magno), porque su Vida acaba con el temor al fracaso y nos llena de esperanza para la vida eterna… El hace de nosotros hijos amados de Dios.
Que Dios nos haga reconocer su gloria en nuestra historia y, que nuestra vida de cada día sea un homenaje a la ternura de este Dios quien, siendo nuestra fuente de vida, quiere seguir siendo nuestra esperanza en un mundo mejor y en una vida eterna. Así sea, amén.

P. Bolivar Paluku lukenzano aa.