El tema de la vocación o el llamado de Dios sobresalen en las lecturas bíblicas de nuestra celebración de hoy. Dios nos llama a seguir su camino. Jesús nos llama a permanecer con Jesucristo como sus discípulos y misioneros. Por este motivo, se nos exige una respuesta generosa como la que hizo Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha” (primera lectura). Cuando escuchamos la llamada del Señor ya no nos pertenecemos a nosotros mismos: somos y vivimos para Dios y para los demás. Así es que hemos de esforzarnos a situarnos lejos de la lujuria, de la fornicación y de todo aquello que contradice la pertenencia al Señor (segunda lectura).
Llamados por Dios a vivir de su amor, pertenecemos a Dios. Somos su pueblo, sus hijos y sus seguidores (discípulos). El nos llama sin cesar a caminar en la luz del evangelio… Atrevámonos a responderle: “Aquí estoy Señor porque me has llamado”.
La lectura del primer libro de Samuel nos predispone a estar atentos a la voz de Dios que nos llama: la tarea que nos deja es la de escuchar la voz de nuestro Señor Dios que nos habla de modo muy distinto. No todo es voz de Dios… hay que saber discernir lo que Dios quiere de nosotros… Tres veces, escuchó Samuel la voz del Señor hasta identificar quien era aquel que llamaba. Elí le ayudó a discernir. A nosotros, en diversas circunstancias, Dios nos interpela y nos llama para servirle: en el niño que llora por hambre, a través del dolor del que está afligido por no tener a nadie que le atienda, a través del que ha sufrido calumnia y que clama justicia… en fin, Dios no cesa de llamarnos a reconocer que debemos vivir desde él y caminar con él…
El evangelista san Juan nos demuestra, hoy, que Dios nos encuentra en lo que hacemos todos los días: y lo especial en este llamado es que Andrés percibe su llamado por medio de Juan cuando dijo apuntando a Jesús “este es el cordero de Dios”. Bastó con escuchar esto para empezar a buscar saber dónde vivía Jesús: “Maestro, ¿dónde vives?
Dios nos llama, y su voz nos llega mediada por otros… Saber escuchar a los demás puede permitir captar la voz de Dios que nos habla. Ya lo habíamos visto en la primera lectura donde Elí ayuda Samuel a responder al Señor que lo llamaba. Andrés, después de ver a Jesús, después de encontrarse con él, pasa el mensaje a su hermano…
Todo cristiano, todo ser humano es llamado – cada uno según su estado de vida- a seguir a Cristo (por tal motivo somos discípulos de Cristo), en el esfuerzo diario de vivir rectamente… Y, somos todos partes de un mismo cuerpo que estamos llamados a preservar de toda impureza, a guardarlo santo porque cada vez que llevamos a buen término nuestra vocación respectiva, honramos a Dios.
Para ser buen seguidor de Jesucristo, hay que vivir un encuentro profundo con él, hay que dejar que él transforme nuestra vida. Pero, no basta con hacer un encuentro personal con Dios, hay que compartir con otros la alegría de estar con él.
¡Que el Espíritu de Dios nos ayude a estar atentos a su voz para que vivamos siempre confiados en él y en nuestros hermanos (as)! ¡Que él, quien nos ha llamado a la perfección y la justicia verdadera, nos disponga a cumplir con nuestra vocación en cada una de nuestras actividades! Y, a ti, ¿A qué te llama Dios hoy? ¿Cuál es tu vocación aquí y ahora? ¿Cómo la cumples? Siempre y en todas partes, vivamos dispuestos a decir: “¡Aquí estoy Señor porque me has llamado!”
P.Bolivar PALUKU LUKENZANO, aa