Domingo XIX, A

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Estamos en el capítulo 14 del evangelio según san Mateo: confianza, no dejarse paralizar por el miedo, calmarse,…).

Jesús se retira al monte para orar hasta la tarde. Los discípulos están solos en la barca.  Al volver, Jesús camina sobre las aguas. Esto asusta a los discípulos quienes creyeron  ver un fantasma. Pedro quiere caminar con  él sobre el agua. Pero, tiene miedo, duda. No confía. Por lo que Jesús lo reprende, reprochando su poca fe. En vez de mirar a Jesús, centró su atención en el mar… 

Este evangelio está en relación con el texto del domingo pasado donde Jesús multiplicó los panes alimentando así a la multitud hambrienta.  

El retiro de Jesús al monte tiene dos lecciones: 1. Es necesario tomarse un rato de silencio y de reflexión;  2. Alejarse de los falsos aplausos por las cosas buenas que realizamos porque pueden  llevarnos a la vanagloria. Solo cumplimos con nuestro deber…

Los discípulos son lanzados a experimentar las adversidades sin  la presencia física de Jesús, para que puedan confiar en  Él incluso cuando pareciera que él se ha alejado;  incluso cuando pareciera que solo hay fantasmas en  el entorno. 

Jesús calma el tumulto del mar, camina sobre él. Él es Señor y Dios de lo creado. Él tiene poder de calmar a los que temen, los que han perdido la fe y la paz del corazón: “Cálmense, soy yo”… Pedro, confiando y sabiendo que Jesús podía permitir que él mismo camine sobre las aguas,  intenta ir al encuentro de Jesús: “Señor, si eres tú, mándame caminar ir a tu encuentro”. A lo cual Jesús responde: “¡ven!”Sin  embargo,  su fe todavía tambalea. 

Importante es el grito de Pedro en  su tambaleo: “¡Sálvame!”. En  seguida, “Jesús le tendió la mano y lo sostuvo mientras le decía: ¡hombre de poca fe!”

¿Soy capaz de confiar en Dios?, ¿Reconozco en Jesús el Hijo de Dios, mi Salvador?  Cuando paso por problemas y siento que me estoy hundiendo, ¿soy capaz de recurrir a Dios para que me ayude y me dejo ayudar de verdad?

Te doy gracias Señor por calmar mis tempestades de la vida. Gracias por conducirme hacia aguas tranquilas. ¿De qué manera puedo ponerme en  la mano de Dios cuando la vida me remece y me tritura el miedo? Quizás puedo buscar cultivar momentos de encuentro y de dialogo con  Él. Cierto, hemos visto que el mismo Jesús buscó momento para  apaciguarse y para estar a solas, para reflexionar

El silencio y el recogimiento pueden  permitirnos captar la paz y la calma que Dios quiere comunicarnos a la hora de las tribulaciones: cómo bien nos decían  los antepasados hay que contar hasta mil respirando profundo para alcanzar la calma.- 

En  la primera lectura vimos cómo Elías tiene que estar atento al paso de Dios justo cuando un viento huracanado quiebra las montañas (1Rey 19, 9.11-13). Cuando confiemos plenamente en el Señor “el amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán” (salmo 84)… viviremos en  paz con nosotros y con el mundo… porque “ya no tendremos nada que temer”. Ya que su protección vale más que la riqueza… En fin,  estamos seguros de que con el amor de Cristo y la confianza en los demás podremos a vencer al odio, a las tempestades, a las guerras y a la codicia de los violentos. ¡Así sea!  (Cantemos: Danos un corazón, grande para amar;  danos un corazón,  fuerte para luchar…)

P. Bolivar Paluku Lukenzano, aa.