Domingo IV de adviento B:

1380

¡Nada que temer porque nada es imposible para Dios!

Cuando la fuerte crisis generada por la pandemia asola nuestra humanidad, cuando la preocupación por no tener lo suficiente para cerrar el mes, esta fiesta de Navidad tiene un sabor distinto. Y la palabra de Dios nos invita a calmarnos y a te tener muy en cuenta al Emmanuel, el Niño Dios, que ya llega. 

 

Hoy se nos recuerda que nuestra felicidad no depende sólo de lo que podemos hacer ni de lo que es posible según nuestra lógica. En la primera lectura del 2°libro de Samuel Dios reta a David: “¿Eres tu quien me va construir una casa para que habite en ella?… Tú, sólo ve y haz lo que piensas porque: “Yo estaré contigo en todas tus empresas, … te pondré en paz con todos tus enemigos… Tu casa y tu reino durará por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre” (2 Sam 7, 1-5.8bss) … 

En esta compleja realidad sanitaria mundial, no olvidemos poner a Dios en el centro de nuestras preocupaciones. Y que sepamos darle gracias. Que podamos decir con el salmista hoy: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades”. (Sal 88, 2ss). 

 

El apóstol san Pablo en la segunda lectura del día nos recuerda que: “Solo Dios puede fortalecernos, él es el único sabio que ha de ser alabado, y cuyo nombre ha de ser glorificado…” (cf. Rom 16, 25-27). ¡Claro! Si Dios es quien nos levanta y nos fortalece, ¿cómo no nos va a socorrer? ¿Habrá algo que le supere? ¿Qué podemos hacer para permanecer en Él, para no olvidarnos de su presencia y cercanía? ¿Qué más podemos hacer para que el miedo a contagiarnos no nos paralice?  

 

La Virgen María sabe indicarnos cómo hacer para que nuestra vida tenga firmeza en Dios. Ella ha dicho sí a la invitación del Ángel Gabriel por eso ella puede alegrarse: “Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre todas las mujeres… No tema María porque has encontrado gracias ante Dios. Porque para Dios nada es imposible… Por eso, María adhiere a Él al decir: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. (Lc 1, 18-24).

 

María Santísima es la llena de gracia por haber creído que en ella será posible lo que el Ángel le ha dicho, y sobre todo por haberse abierto a la posibilidad de confiar que Dios puede hacer con ella lo que aparentemente es imposible. 

 

En este último domingo de adviento, que sepamos disponernos a lo que Dios quiere de nosotros, y no tanto a lo que queremos que Él haga… Si su reino no tiene límites, es que el Mesías Salvador que nos llega de parte de Dios nos trae novedades, ánimo y esperanzas. No nos resistamos a su llamado de compartir con los demás la alegría de creer en Cristo. 

 

¡Que el nacimiento ya próximo de Jesús nos traiga paz, liberación y alivio! ¡Que nos llene de esperanza y nos guíe en el camino de la concordia y de la verdad! ¡Permanezcamos disponibles a colaborar con Dios en su plan de dar un rostro renovado a nuestra historia!

P. Bolivar Paluku Lukenzano, aa.