Domingo VI, b: ¡Señor Jesús purifícanos de la lepra del egoísmo y de la codicia! 

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De la primera lectura (del Levítico 13, 1-2.44-46) se describe cómo era la condición de exclusión de quien padecía de lepras: “El leproso tendrá su morada fuera del campamento”.  la regla de la “pureza legal” se ubica este trato con el leproso. Los leprosos eran considerados impuros y, por ende, marginados: Tenían que vivir fuera del campamento sin ningún contacto con la comunidad. Todo era por miedo al contagio, más encima se señalaba los pecados que la persona hubiera cometido como causa de esa enfermedad. 

De la segunda lectura (1 Corintios 10,31-11,1), San Pablo motiva a la comunidad de Corinto a seguir su ejemplo, como él sigue el de Cristo. El apóstol invita a hacerlo “todo para gloria de Dios”; a evitar todo escándalo, es decir, cualquier conducta que pueda ofender y escandalizar a los otros.  Pablo se pone como ejemplo, porque el mismo ha hecho el esfuerzo de buscar el bien  de todo sin  encerrarse en  intereses individuales porque ha seguido el ejemplo de Cristo.

San Marcos (1, 40-45) relata la experiencia de la purificación del leproso. A la súplica del leproso Jesús responde con la inmediata sanación. “si quieres, puedes limpiarme”, a lo que Jesús responde sin muchas vueltas: “quiero, queda limpio”. No se limita a la simple palabra, sino que además realiza un gesto: “extendió su mano y le tocó”. Jesús no tuvo miedo de contagiarse ni de lo que dirían los demás. Jesús le prohíbe difundir esta hazaña, para que el pueblo no se quede en una reacción superficial de estar frente a un simple sanador olvidando la profundidad de su presencia salvadora. Pero, el leproso sanado no se guardó tal maravilla. Lo pregonó fuertemente. Favorecido por Dios, él da testimonio del gran amor divino. 

Y, sigue habiendo “leprosos” y enfermos en nuestra sociedad de hoy: ¿A caso no tildamos, a veces de “impuros” y de indeseables a ciertos grupos de personas que nos caen mal?  ¿Será que en nuestra sociedad no se ve esta discriminación entre los “puros” y los no “buenos? ¿Entre los que tienen todos los privilegios y los que no tienen derecho a nada, ni a existir? No hace falta hacer aquí una lista de tantas personas que viven discriminadas. Lo sabemos y, ¡debemos cambiar de actitud ya!

El actuar de Jesús con el leproso, su cercanía y su delicadeza en purificarlo e integrarlo en la vida de su sociedad nos deja muchos desafíos en la vivencia de nuestra fe. ¿Cómo actuamos frente a los que son diferentes de nosotros? ¿Miramos menos? ¿Nos acercamos o huimos? ¿Nos compadecemos para ayudar con respeto y delicadeza? 

Y, si nos miramos a nosotros mismos: ¿De qué tiene Jesús que purificarnos? ¿Qué nos falta para ser cómo Jesús en nuestra relación con las demás personas? 

 ¡Que Dios sane nuestro corazón de la indiferencia, de la desconsideración y de la segregación en todas sus formas! ¡Que podamos llevar a la práctica el mandamiento del amor al prójimo como respuesta concreta al amor que le tenemos a Dios por sobre todas las cosas!  ¡Qué nuestra Señora de Lourdes interceda por nosotros!

P. Bolivar PALUKU LUKENZANO, aa.-