Domingo III, B. de Cuaresma: ¡Hagamos de nuestro ser es un templo para Dios! 

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La liturgia de la palabra de hoy la podemos resumir en tres ideas principales: 

  1. Dios ha hecho alianza con su pueblo elegido y le da, en el Decálogo, los mandamientos como camino de realización o de felicidad. Vale decir que la “ley de Dios es una expresión del amor de Dios”. 
  2. Jesús viene a purificar los ritos y el culto; quiere que el templo vuelva a tener su verdadero sentido como “lugar de encuentro con Dios y de apertura al prójimo” … 
  3. La sabiduría de Dios no es de este mundo: en la tierra lo que parece necio es lo que Dios elige como camino para comunicar su amor, como es la muerte de Jesús en una cruz. –

 En la primera lectura del Éxodo (20,1-17), Dios recuerda lo bueno y lo misericordioso que fue con su pueble al arrancarlo de las manos del Faraón de Egipto, pasando por el desierto, en dirección a la tierra prometida. Como respuesta a esta experiencia de amor, el pueblo debe cumplir sus mandamientos, porque es por ellos que se mantendrá en la vida y en la felicidad que Dios le tiene preparada. La ley del Señor es un camino de vida; es camino de amor hacia Dios y hacia el prójimo. 

También, el Dios de la vida es el mismo quien, habiéndose hecho hombre, combate la injusticia, se enoja, arrasa con la mercadería de los negociantes del templo por medio de Jesús en el templo. Pero, ¿Qué justifica esta “ira” de Jesús, El que es tan tierno y tan compasivo? 

La reacción de Jesús responde a una actitud de perversión y de injusticia que los jefes, los líderes religiosos imponían al pueblo. Porque se habían alejado de la ley divina y vivían según los intereses materiales egoístas: el negocio del templo sólo era de provecho para los poderosos ambiciosos… Y, Jesús les recuerda que lo que le agrada a Dios es todo lo que promueve el bien común, el bien de todos y lo que permite que cada uno encuentre al Dios vivo dentro de su corazón. Queda claro que, con un mercado en un templo no se puede entrar en el corazón, ni interiorizar nada… 

Quizás, todos hacían bien sus compraventas, y ganaban su vida de esas actividades comerciales del templo, pero ¿qué sentido tiene un negocio, por muy bueno que sea, que nos separa de nuestra razón de ser o que nos lleva a olvidar a los demás y a minimizar sus derechos? Es necesario que Jesús venga a recordar que su casa es un lugar de encuentro, de paz, de justicia de compartir y de comunicar vida… Jesús es aquel que restaura toda vida destruida. Jesús es el libertador y liberador de los corazones abrumados. Él es quien muere sin morir porque vence a la muerte resucitando al tercer día: “es capaz de reconstruir el templo en tres días” (Juan 2, 19). 

Jesucristo es el centro de la Nueva Alianza que Dios ha hecho con nosotros. Ya no es un templo de piedra lo que tiene importancia en el encuentro con Dios, “Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los griegos; pero para los que creemos en Él, es fuerza y sabiduría de Dios” (1Cor 1, 23-24). Es en Él que hemos puesto nuestra esperanza. 

Y, nosotros hoy, ¿Cómo vivimos en el encuentro con Dios, con Cristo en la vida de todos los días? ¿Cómo es nuestra actitud en su templo, en nuestro cuerpo –templo del Espíritu Santo? ¿Hacemos de ello lugar de oración y de encuentro con Dios?  ¡Nos ayude Él a descubrir su presencia en los hermanos y en las hermanas promoviendo el bien de todos y de cada uno!

 P. Bolivar Paluku Lukenzano,aa