Nuestro mundo vive golpeado por el Covid-19, muchas convulsiones. Siguen las guerras en varias partes del mundo y nos alerta el drama de los refugiados y migrantes. Las enfermedades terminales flagelan a muchas personas sin posibilidad de contar con alguna cura paliativa. Las injusticias llevan a muchos a desesperarse y protestar sin fin, a veces violentamente. Y, en ciertas familias, las divisiones parecieran ser irreversibles. Ni hablar de la estresante soledad y la dura realidad económica, social y política de ciertos pueblos en el mundo. En todo eso, Jesús llega como quien sana y salva; consuela y reanima; libera y fortalece.
En este día Domingo XIII-b, la palabra de Dios quiere interpelarnos sobre cómo involucramos a Dios en lo que sufrimos, tanto en la salud como en muchos otros ámbitos de nuestra vida. En todo, tenemos la convicción de que Dios es siempre bueno con nosotros y no nos abandonará a la merced de la desesperación, ni de la angustia. Total, como nos dice la primera lectura: “Dios no ha hecho la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes. Él ha creado las cosas para que subsistan; las criaturas del mundo son saludables” (Sab. 1, 13ss). En corto, Dios ha creado todas las cosas para la vida y la felicidad plena.
El evangelista san Marcos 5,21-43, nos demuestra que Jesús se la juega por los suyos. Él se preocupa de cada uno de nosotros. Atiende todos los favores que se le piden para devolver la salud, la vida y el ánimo a los que desfallecen. Sana a la hija de Jairo, devuelve la sanidad a la mujer hemorroisa que tocó su manto. A cada uno tiene una palabra oportuna. A una le dice: “tu fe te ha salvado, vete en paz y queda sanada de tu enfermedad” (Mc5, 34). A otro (al jefe de la sinagoga), Jesús dice: “No temas, basta que creas” (Mc 5,23). Asimismo, dirá a la niña: “Talitá kum” que significa “¡Niña, yo te lo ordeno levántate!” (Mc 5,41). Hoy, también tiene una palabra para cada uno de nosotros.
¿Qué me diría a mí en lo que me preocupa o me achaca en estos momentos?
¡No les parece que Jesús se muestra tan atento a las personas que nada le es indiferente! Este lado humano de Jesús nos comprueba que Él comparte nuestros dolores y quiere aliviarnos de ellos. Él es tierno, cercano, comprensible y valora la fe de los que recurren a Él. Más aun demuestra que nuestra vida le importa y que en Él hay salvación, salud y vida en abundancia.
Ahora bien, para ser favorecido de los milagros de Dios es preciso que tengamos fe en Él. La fe en Cristo es el requisito para palpar sus milagros y sorpresas en la rutina de cada día. ¿Acaso tenemos suficiente fe en Jesucristo? ¿Confiamos tanto en Él que le dejamos actuar y obrar en los momentos duros de nuestra vida? ¿De verdad, sabemos descansar en Él cuando nada parece resultarnos?
Si bien vivimos por gracia y obra de Dios, debemos serle agradecidos. Porque es el mismo Dios que nos muestra su generosidad por Jesús y por la fuerza de su Espíritu. En efecto, “…nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza” (2Cor 8,7.9ss).
Pidamos en este día que, Jesús, quien sanó a los enfermos y devolvió la vida a los muertos, también sea nuestra fortaleza y nos incite a ser compasivos a fin de dar el consuelo y la paz a cuantos sufren, a cuantos lloran, ¡a los que no le alcanzan los medios para vivir dignamente! ¡Que nos regale humildad para estar atentos al que camina a nuestro lado!
P. Bolívar PALUKU LUKENZANO, a.a.