Domingo XXIX,C: Perseverar en oración es vivir constantemente nuestra fe.-

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El  domingo recién  pasado hemos meditado acerca del agradecimiento a Dios por todo lo que realiza en nuestra vida; la actitud de uno de los diez leprosos sanados que volvió hacia Jesús para dar gracias nos inspiró mucho.  En  este domingo       (XXIX, C) se nos regala la oportunidad de reflexionar sobre la oración constante y la perseverancia que nace de la fe. 

La primera lectura del libro del Éxodo nos presenta a Moisés orando en la cima del monte mientras su pueblo lucha en valle contra los Amalecitas (Ex.17, 8-13). Sus  manos levantadas al cielo desde el amanecer hasta la puesta del sol, expresan un  signo de oración  elevada a Dios para pedir el auxilio. Mantiene levantado  el  mismo bastón de Dios con el que ha realizado muchos milagros para ayudar al pueblo  a defenderse de los Amalecitas. 

Cuando podía Moisés mantener los brazos elevados, favorecía que su pueblo venciera al enemigo. Y cuando por el cansancio bajaba los brazos, Aarón  y Ur lo ayudaron, convencidos desde su fe que el bastón en alto es signo de permanecer comunicados con  Dios  que actuará en  respondiendo a sus suplicas. Hay aquí un ejemplo de la confianza del creyente que no baja los brazos. No se desanima,  cuando le pese la carga, tiene a los hermanos para sostenerlo y a su comunidad.-    

El evangelio (Lc 18, 1-8) presenta la insistencia de una viuda en  pedir justicia. Puede entenderse en el sentido de que la fe de aquella mujer, bien convencida, triunfa sobre la indiferencia; porque aunque tardó en llegar su justicia llegó en su momento oportuno. En cuanto al juez, a pesar de la rudeza de su corazón,  cedió y no se resistió ante la constancia y paciencia de la humilde viuda. Lo que indica que si por la rudeza del corazón, el juez parecía invencible, implacable, la fuerza de la insistencia constante y perseverante, alcanzó a aflojarlo, aunque fuera de malas ganas para liberarse de las molestias de la mujer viuda… 

En  nuestro caso, podemos aprender de esta experiencia que nuestra oración debe ser continua;  no es que Dios se haga sordo a nuestras suplicas, sino porque Él no se aparta de nosotros en ningún  momento.  Está siempre dispuesto a darnos lo que esperamos de su misericordia. En la espera de la plenitud del Reino de Dios, el tiempo presente debe llevarnos a integrar las distintas facetas de la vida en nuestra vivencia de fe. Llevar nuestra fe a la práctica es como perseveramos en oración. 

Las pruebas y los gozos deben fortalecer y robustecer nuestra relación  con Dios.  Con El, debemos seguir en dialogo permanente como signo de comunión con  su bondad…  Perseveremos en  la doctrina divina, en  la meditación de la Palabra de Dios (cf. 2Tim 3, 14-4,2  ya que en  ella encontramos la fortaleza y la valentía para sobrellevar las adversidades de la vida cotidiana… ¡Dios nos mantenga firmes en nuestra fe y fuertes en la esperanza, apasionados en la caridad!        

(P. Bolivar PALUKU LUKENZANO, a.a.)-