Convidados a la fiesta del Reino, estamos llamados a responder al llamado del Señor. En este domingo, las lecturas de la palabra de Dios nos invitan a contemplar con esperanza de triunfo todo lo que hoy vivimos. Para los elegidos de Dios, hay un banquete preparado, después que todos los obstáculos de este mundo sean suprimidos. Los pequeños éxitos de este mundo son solo un paso dentro de nuestro peregrinar hacia la fiesta de la vida eterna.
El profeta Isaías en la primera lectura afirma: “El Señor de los ejércitos está preparando para todos los pueblos, en este cerro, una comida con jugosos asados y buenos vinos…” (Is 25, 6-9). Y la promesa que esperamos de Dios es grande: Él destruirá a la muerte para siempre… este es en verdad nuestro Dios… que nos salvará” (id.)
La parábola del evangelio de hoy profundiza aún más en este mensaje: Dios nos ha mandado una invitación para hacer parte de la gran fiesta de las bodas de su hijo. Muchos, bien dicho, todos están invitados. Cada uno desde su condición de vida, desde su misión particular. Y el Señor ya enviará a sus servidores para abrirnos ya las puertas. ¿Estamos listos para acudir a esta fiesta del amor de Dios? ¿Seremos capaces de superar el egoísmo para abrazar solidariamente el camino que Dios nos propone o, preferimos quedarnos con excusas y excusas?
“El banquete está listo y preparado” por Dios. Para participar de esta fiesta conviene crecer en la amistad con Jesús, el Hijo de Dios que se asemejó a nosotros cuando se encarnó, murió en la cruz y por su puesto resucitó. ¿Qué hacer para entrar? Solo el amor y la práctica nos alistan para entrar en la fiesta de Dios. El que no ama a su prójimo, él que es indiferente se aleja del banquete de Dios. El festejo que nos prepara Dios es fiesta de la caridad. Los apóstoles, los profetas nos siguen anunciando la misericordia y la confianza en Dios. Él continúa dándonos muchas oportunidades. ¿Las sabemos aprovechar?
La sala de la fiesta está abierta a todos y todas. La Iglesia de Dios es para todos: Dios quiere que por medio de la iglesia, se salven todos aquellos que se dejan guiar por el Espíritu Santo. Las personas que no viven de su fe se parecen a aquel hombre que fue expulsado de la fiesta porque le faltaba el traje de fiesta. La gracia de Dios y la práctica de la caridad fraterna, la ayuda solidaria, el apoyo a los demás son las formas que nos disponen a estar listos para entrar en el banquete del reino de Dios.
Si respondemos con firmeza a la exigencia del amor al prójimo, ya tenemos lo necesario para vivir en comunión con Dios. La invitación es sencilla: amar al prójimo como nosotros mismos será el signo de nuestra sintonía con Jesús. Quién se resiste al encuentro con el otro, el que menosprecia a su hermano no puede ser aceptado a la fiesta. ¿Cómo irá a ser parte de una fiesta de unidad si está cerrando la puerta a otros? Señor Dios, no te canses nunca de invitarnos a tu fiesta, ablanda nuestro corazón para que no tenga excusa para no entrar la fiesta comunitaria que nos preparas en tu Reino. Amen
Padre Bolivar Paluku aa.