Domingo XXXI, a: ¡Prediquemos con el ejemplo!

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“La liturgia de la palabra de hoy exhorta e interpela duramente a la coherencia para todos los que tienen responsabilidad en la comunidad, en la familia, en los grupos humanos. ¿Qué relación hay entre lo que enseñamos y lo que realmente hacemos? ¿Somos realmente cumplidores de las exigencias que pedimos a los demás o solamente nos contentamos de dictar a otros lo que deben hacer sin predicar con el ejemplo?
La primera lectura del profeta Malaquías (1, 14b-2b. 8-10) grita fuerte contra los sacerdotes de su tiempo que se portaban mal en la realización de su misión, en el ejercicio del culto divino; en vez de atender al pueblo con cariño, les imponían falsas doctrinas. Para peor, ni ellos estaban a la altura de cumplir la ley de Dios.
Jesús invita sus oyentes a no seguir el actuar de los maestros y de los fariseos, pero sí que se dejen guiar por lo que predican. ¿A caso quiere Jesús que la gente desobedezca a sus jefes y maestros? No, lejos de eso. Jesús quiere que se cumpla la palabra de Dios que los maestros enseñan a pesar de su mala conducta y limitación.
¡Ojo! Algo importante se nos revela aquí: la enseñanza de Dios no se corrompe con las limitaciones de la persona que la anuncia. Es más, si bien es cierto que la persona debe predicar por el buen ejemplo, el error que comete no debe desacreditar la riqueza de la salvación que sólo viene de Dios. El mensaje que Cristo quiere comunicarnos hoy es que la tarea de evangelizar no debe centrarse en quien anuncia la palabra, sino en lo que anuncia: es el amor de Dios para todos. Por eso lo esencial es ante todo el servicio, de manera que nadie se llame maestro, ni padre si no es en virtud del servicio a la comunidad: “Jesús nos presenta en admirable síntesis el camino de servicio, de sacrificio y humillación que es propio del cristiano y, en especial, del sacerdote”. El evangelio nos ofrece una dura crítica de Jesús a los escribas, fariseos y todos los que hacen todo sin pureza de corazón y sin coherencia.
El “testimonio de Pablo en la evangelización de Tesalónica” ilumina lo que debe ser la actitud del evangelizador: “se preocupa de los fieles como una madre se preocupa por sus hijos; desea no sólo entregar el evangelio, sino su misma persona; trabaja, se fatiga, da ejemplo, para no ser gravoso a nadie. Se alegra porque acogen la Palabra, no como palabra humana, sino como es en verdad, como Palabra de Dios. Pablo es el apóstol que sabe humillarse y por eso es enaltecido (Cf.1Tes 2, 7b-).
¿Qué desafío nos plantea hoy Jesús con la palabra que hemos escuchado? Que seamos humildes y sinceros a la hora de vivir de nuestra fe. Que sepamos reconocer en Jesús la única luz que ilumina nuestro camino hacia Dios y que sepamos dejarnos conducir por el Espíritu Santo que es quien suscita en nosotros las buenas intenciones y las buenas obras. Si denunciamos la injusticia, ¡que nos comprometamos con ella desde lo más mínimo detalle.
Y para que nuestra creencia tenga impacto en nuestra sociedad, debemos pedir que Dios nos dé mayor valentía para ser verdaderos testigos del evangelio, es decir que seamos a la altura del desafío de un compromiso concreto según nuestra fe el Dios cercano, justo y bondadoso. Seamos nosotros mismos, seamos justos y bondadosos con los demás viviendo desde la verdad, la sinceridad y la hermandad. ¡Que así sea!

Bolivar Paluku Lukenzano aa