¡Celebremos hoy con gozo la Asunción (elevación) de la Santísima Virgen María al cielo! Es una fiesta que renueva nuestra esperanza en la incorruptibilidad de la vida de los que se incorporan al plan de salvación de Dios.
La liturgia de la palabra de hoy nos invita a contemplar a María como aquella “Mujer revestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de estrellas sobre su cabeza” (Ap.11) y que aplasta el dragón. En esta imagen podemos ver la fuerza del bien que, en la Santísima Virgen, triunfa sobre el poder del mal. María, la llena de gracias tenía que superar a la fuerza maligna y participar de la obra de la salvación recibiendo, en su seno, al Salvador del mundo: “Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías” (Ap. 11).
En ello, María es el símbolo de la Iglesia que recibe y refleja la bondad amorosa de Dios para con la humanidad.
María, en su visitación a Isabel, nos inspira la idea de lo que Dios espera de nosotros: ir al encuentro de los demás, especialmente de aquellos los que no tienen fuerza. Si durante su embarazo, María recorre la región montañosa de Judea es para compartir la buena noticia de la que ella ha sido favorecida. Con su visita, se encuentra el Hijo de Dios con quien iba ser su precursor. Su visita causa alegría en la casa de Zacarías. Claro, ¡cómo no alegrarse al recibir a “la bendita entre todas las mujeres”! María canta la grandeza del Señor: porque Dios la ha escogido a pesar de su humilde condición, la ha enaltecido en su pequeñez; porque Dios ha hecho grandes cosas en ella.
En realidad, Dios la ha mirado con misericordia en cumplimiento de la promesa hecha a Abraham y su descendencia… (Lc 1).
Celebrar la Solemnidad de la Asunción al cielo es reconocer que Dios quiere tener junto a sí todo lo que El ama y a quienes han respondido generosamente a este amor. De María decimos “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado” (id.) Y, hoy podemos decir de ella: feliz de ti porque quisiste estar para siempre junto a tu Hijo. Por eso, hoy, ha sido elevada junto a Él para interceder por nosotros…Ella nos inspira y nos anima a vivir con esperanza nuestra vida presente sabiendo que estamos llamados a experimentar para siempre la gloria del cielo, es decir, la plena comunión con Dios…
Ahora bien, la Asunción de María (su elevación de cuerpo y alma) hacia Dios responde a la victoria sobre la muerte. Victoria que ya ha sido sellada por Jesucristo en su resurrección de entre los muertos. Desde allí que estamos todos asociados a la gloria de Dios. Y en, María contemplamos a una mujer de nuestro genero humano que ha sido bendita y que nos estimula a emprender un camino de liberación para que venga el Reino…
¡Que la Santísima Virgen Asunta (elevada) al cielo interceda por nosotros para que aspiremos en todo, a la gloria de la salvación que Dios nos ha prometido! ¡Que la misericordia de Dios, en ella manifestada, nos disponga a valorarnos unos a otros y a confiar plenamente en Dios que se nos muestra en rostro del que sufre y que nos llama a la solidaridad!
P. Bolivar Paluku Lukenzano,aa.-