(Mt 5,17-37) Las prescripciones de Dios, sus mandamientos son un camino que desde la sabiduría y el amor de Dios quiere orientarnos en la vida de cada día. Vivir ajustándose a los mandamientos es dejarse iluminar por el camino de la salvación que Dios tiene para nosotros sus hijos. No responde a una tiranía divina. El objetivo de los mandamientos es llegar a guiarnos a la felicidad.
En Cristo, “Camino, verdad y vida” se ha cumplido la ley de Dios. Esta es mucho más que observación de obligaciones. Es compromiso vital de comunión con Dios y con el semejante.
En la Antigua Ley que manda obedecerle a Dios está expresada el anhelo de felicidad y bienestar que Dios tiene para el hombre y la mujer de todo tiempo. Vivir plenamente y en comunión con Dios es fruto de saber dejarse guiar por la ley del amor de Dios. … A nosotros la libertad de elegir entre vivir o morir: «delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja» (Ecli 15, 15-20). Dios, en respeto a la libertad que le ha regalado a su criatura humana, respetará también su opción.
Será dichoso quien «camina en la voluntad del Señor… el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón» (Salmo 118, 1-2). O, como dirá san Pablo citando la Escritura: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman» (1Co 2, 6-10). Es decir, a quien ama a Dios, y a quien expresa ese amor a Dios en la adhesión fiel a sus mandamientos, Dios le tiene prometida la vida plena en la que la dicha sin medida. Quien comprende que los mandamientos son el camino hacia esa dicha plena y a la plena realización humana no cesa de rezar como el salmista y de comprometerse en un “sí” que se traduce en la vida cotidiana: «Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón» (Salmo 118).
Jesucristo, el Hijo del Padre Dios aclara: «No crean que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento». Mt 7, 17-37.
En el evangelio Jesús nos enseña en qué consiste la perfección o plenitud de la Ley: «Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado». Se trata del quinto mandamiento del Decálogo, es decir, los Diez Mandamientos dados por Dios a su pueblo y promulgados por Moisés en el Sinaí. Ante todo es de notar que al decir Jesús: «Han oído ustedes… Pero yo les digo», se declara implícitamente superior al máximo legislador de Israel: Moisés. Él se presenta a sí mismo como el supremo Legislador de Israel. Pero Él enseña en esta ocasión no sólo como quien tiene una autoridad suprema, sino también con toda su autoridad divina. Jesucristo es la Ley hecha vida. Es el amor del Padre que con Verdad y justicia sondea las más profundas intenciones de los hombres y mujeres que viven bajo su Ley. ¡Que Él sea nuestra fuerza y nuestra alegría!
P. Bolivar Paluku aa.