En este segundo domingo de Adviento, tiempo de espera, Dios nos hace un llamado que es el de convertirnos y de prepararnos para el encuentro con Jesús que viene a salvar, a guiar y a renovar nuestra esperanza en él.
Dios que nos ha creado por amor siempre está de nuestro lado. El profeta Isaías (40, 1-5.9-11) en la primera lectura nos recuerda que debemos preparar el camino al Señor y nos indica cómo debemos hacerlo: trazarle un sendero en la estepa, rellenar todos los valles, aplanar las montañas y colinas. Son imágenes que invitan a disponer el corazón a recibir a Jesús que, en cada instante de la vida, está llamando a nuestra puerta porque quiere dar el sentido verdadero a nuestras preocupaciones. Nos llama a la conversión: ablandar el corazón…
¡Que maravilloso es tener a Dios de nuestra parte, sobre todo en estos tiempos de incertidumbre!
Nos recuerda el evangelista Marcos (1,1-8), que, así como antes que apareciera Jesús en este mundo, vino Juan Bautista, hoy son muchos los mensajeros que nos recuerdan que hemos de preparar el camino al Señor. Y nosotros mismos estamos llamados a anunciar esta noticia a los demás, con nuestra vida, con nuestras obras y actitudes.
En el tiempo de Juan Bautista, muchos se hicieron bautizar… y se convirtieron al Dios de la vida. Hoy, ¿Qué significa para nosotros convertirnos a Jesús? ¿Qué montaña tenemos que aplanar de nuestra vida para que le Niño-Jesús que viene, encuentre su lugar en medio de nosotros? ¿Qué camino le preparamos a nuestro Dios en la vida cotidiana?
Se nos dice que Juan Bautista aparece como un hombre sencillo, humilde, pero es portador de una gran noticia de salvación para todos. El mismo ha tenido que prepararse para anunciar a Jesús que viene. Su vida en el desierto es un camino de disponerse al encuentro con Dios y una manera de armarse de fuerza divina para su misión profética. A eso mismo estamos convidados hoy: a disponer el corazón al encuentro con Jesús… ¿Cómo estamos en esta preparación profunda a la Navidad?
Nos encontramos en este tiempo de espera. Necesitamos armarnos de paciencia, de fe y de esperanza para no distraernos ante la llegada de Jesús. ¡En un contexto de pandemia, este tiempo de esperanza nos viene bien! Nos predispone a tomar todas las precauciones para estar vigilantes y no descuidar ni el mínimo detalle en cuidarnos y cuidar a los demás.
En la segunda lectura de la carta de San Pedro se nos recuerda que la actitud correcta para estar listo a recibir al Niño Dios es mantener santa nuestra conducta y con piedad (2 Pe 3, 11-12) de modo que el Señor nos encuentre limpios e irreprochables.
Como cualquier migrante, Jesucristo viene y quiere hacer entre nosotros una morada para Él, es decir un lugar para cultivar paz, amor, esperanza y generosidad. Dispongámonos para recibirlo, preparemos los caminos de Dios y recibamos a Jesús que nos visita en el hermano necesitado, en el forastero desconocido, en el enfermo, el caído, así como en su cuerpo que comulgamos como el alimento espiritual y digamos juntos: ¡Aquí estoy Señor! Quisiera preparar tus caminos para que llegues a todos los corazones. Dame tu gracia para ser como Juan Bautista, un mensajero de tu amor en medio de mi gente…
P. Bolivar PALUKU LUKENZANO, a. a