Domingo IV, Pascua, B: domingo del Buen Pastor ¡Que seamos buenos pastores unos de otros! Y ¡que inspiremos las vocaciones!

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La liturgia de la palabra de hoy nos propone meditar tres aspectos importantes de nuestra fe: 1. Jesús muerto y resucitado es la piedra angular: es resumen del mensaje cristiano que nos ofrece Pedro en la 1ª lectura; 2. Somos hijos de Dios por amor 2ª lectura; 3. Jesús es nuestro buen Pastor que cuida de cada uno de nosotros. 

En efecto, Pedro presenta a Jesús como la piedra angular gracias a la cual él llega hasta realizar milagros. Jesús que fue rechazado por los jefes y los ancianos de Israel es el Salvador. Quien cree en él, apuesta por la victoria y por la felicidad. 

Por la muerte en la cruz, Cristo tomó consigo todo lo que nos aqueja y posibilita que podamos esperar en resurrección, en la superación y la transformación de los dolores en alivio y en descanso. 

Jesucristo es nuestro Buen Pastor porque él ha dado libremente su vida por todos nosotros. Por lo mismo, él merece la alabanza como nos lo sugiere hoy el salmista: “Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su amor…” (Salmo 117,1). 

“Yo soy el buen pastor.  El buen pastor da su vida por las ovejas… Eso no pasa con el asalariado que deja devorar que despreocupa de las ovejas porque no le pertenecen…” (Jn 10, 11ss). 

Jesús, el Buen Pastor, ha sido enviado por Dios-Padre para que en él todos tengamos vida. Hay dos razones por los que Cristo es Buen Pastor: a. porque da la vida por sus ovejas (Jn 10,11-13) y porque conoce íntimamente sus ovejas y se da a conocer, está unido ellas de todo corazón (Jn 10, 14-16). 

El Buen Pastor, Jesús, nos conoce, no en el sentido de un simple conocimiento, sino de un conocimiento vital que implica amistad y amor entre Jesús y nosotros. De allí que, pensar y reflexionar sobre nuestra vocación a la vida es preguntarnos cómo cultivamos nuestra amistad con Jesús para ser edificantes para los demás. Es sondear de qué manera la fe que profesamos influye en nuestras decisiones y en nuestras acciones.- ¿Escuchamos realmente la voz de Jesucristo que clama justicia, solidaridad, atención al otro, comprensión, perdón, fidelidad incluso en las pequeñas cosas de cada día?

“Miren cómo nos amó el Padre. Él quiso que nos llamáramos hijos de Dios Somos hijos de Dios” y nosotros lo somos realmente…” (1Jn 3,1-2). Hemos sido introducidos en la vida divina por nuestro Salvador Jesucristo. Y en la plenitud de la vida, nos llenaremos plenamente de su vida en la medida en que, nos dejemos llenar de los valores de la vida y del reino de Dios: amor, verdad y justicia…

Hoy, Jesucristo nos invita a reflexionar sobre nuestra vocación a la vida. Una vida que ha de llevarse a la luz del evangelio y en la plena verdad. Preguntémonos: ¿Cuál es mi vocación? ¿A qué me invita hoy Dios? ¿De qué manera le respondo? ¿Qué puedo hacer para hacer felices a los demás? 

 ¡Que el Dios de bondad nos fortalezca en el camino de la vida y nos guíe en el servicio a los demás!

P. Bolivar Paluku Lukenzano, aa.-