Domingo XVII, b 

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El domingo pasado, la palabra de Dios nos llevó a mirar la actitud de compasión que sintió Jesús para con la muchedumbre que andaba como ovejas sin pastor. En  este día,  la Palabra de Dios nos invita a participar del milagro de la generosidad y del compartir. A la vez nos llama a confiar en  Dios, en  que Él puede mucho incluso con lo poco que, con amor queremos compartir. Lo vemos ejemplificado tanto en la primera lectura (2Reyes 4, 42-44)  y en el evangelio. 
A la persona que le tocó llevar el pan  al profeta, se le pide que comparta: “Dáselo a la gente para que coma”. Pero, como por lógica esta persona duda que el poco de pan pueda bastar para tanta gente: “¿Cómo voy servir esto a cien  personas?” Sin embargo, el profeta, lleno de mucha fe, le asegura que: “comerán y sobrará”. El servidor hizo caso, sirvió el pan, lo compartió  y todos comieron hasta saciarse. Incluso hubo sobra. 
Jesús, después de haber  orado con sus discípulos en la montaña, se encuentra con una multitud que le busca porque quiere aprender de su mensaje, quieren aliviarse de sus problemas. Jesús se preocupa de sus dificultades: los sana de sus enfermedades, los libera de los miedos, los alimenta. Pide colaboración de los presentes. Un niño que había llevado sus cinco panes y dos pescados entrega de lo que tiene, lo comparte, Jesús bendice el pan, da gracias al Padre Dios y el milagro se realizó. ¿Qué no enseña esto? ¿En qué podemos colaborar para que Dios siga haciendo buenas obras en la vida de otras personas? ¿Qué estamos dispuestos a entregar para que Jesús siga realizando la multiplicación de sus gracias en nuestro entorno? 

Hoy como ayer, Dios sigue distribuyendo sus dones, sus capacidades entre todos los que vivimos en este mundo. Podría haber comida de sobra para todos los seres humanos si todos supiéramos compartir. 
¿Cómo, no? Si nuestro mundo está hambriento de paz y de pan. ¿Qué podemos hacer para que ya no haya gente que muere  de hambre de pan, hambre de cariño, hambre de ser respetado, hambre de ser acompañado, hambre de ser tomado en cuenta? 

¿Qué va cambiar en mi vida? ¿Qué ofrezco hoy al Señor para que Él haga signos milagrosos por medio de mí?
Que el Dios que nos une una sola familia y que nos alimenta del mismo pan de la Eucaristía nos anime con su único Espíritu a ser caritativos, generosos y claro se cumplirán muchos milagros y todos serán colmados de lo que necesiten. Jesús te ofrezco los cinco panes de lo que yo soy, de lo que tengo, de mi vida completa,  de mi inteligencia.  ¡Con  esto que soy, con lo que soy puedes hacer milagros! 
 
P. Bolivar Paluku Lukenzano, aa.