III DOMINGO DE ADVIENTO C: La alegría de creer en Dios que nos salva…

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Este tercer domingo de Adviento es conocido como el domingo de la alegría. Al acercarnos a la Celebración del día de Navidad se nos manifiesta como la realización de las promesas del Creador para sus criaturas: la restauración de todo por su Único Hijo, Jesucristo, el Emmanuel. Constituye un motivo de alegría para los que creemos en Jesucristo, así como nos dice san Pablo en la carta a los filipenses: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. El Señor está cerca” (Fil. 4,4.5). La primera lectura del profeta Isaías comienza con la misma invitación a vivir en el gozo: ¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa…que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! El profeta que ya prevé la llegada del reinado Dios y anima a la alegría. Hoy en día cuando analizamos lo que se vive en nuestro entorno, podemos ver que hay muchos signos de bienestar humano: hospitalidad, solidaridad, éxitos tecnológicos y muchos adelantos por lo que hemos de alegrarnos porque han facilitado mucho la comunicación y la eficacia en la rentabilidad de servicios y de los negocios; incluso en acercar las diferentes realidades del planeta. –

Pero también, si estamos más atentos, podemos notar que no todo da para alegrarse porque aún hay tantas situaciones que lamentar: la violencia en el mundo, en los barrios, y en las familias; la situación de miseria en algunos hogares, por un lado y, por otro lado, la falta de dialogo y la incomunicación en muchos círculos humanos. Sin olvidar la espantosa situación del COVID 19 y de los errantes migrantes que mueren queriendo albergándose en lugares seguros que muchas veces alcanzan a ver… Son unas de esas situaciones que nos interpelan, y, nos invitan a compartir nuestro gozo de creer en el Dios con los que aún no tienen este don de la fe en Jesucristo, nuestro Salvador cuya llegada esperamos en Navidad.  Por eso, aunque haya muchos signos de vida por los que tenemos que alegrarnos, reconocemos que, Jesucristo, el Señor de la Victoria debe venir para salvarnos del egoísmo, del odio, de la codicia, del individualismo que ponen en riego la comunión fraterna a la que nos llama nuestro Dios. ¡Que el Señor abra los ojos de nuestro corazón, para que seamos libres de todos prejuicios y de toda avaricia! ¡Que nos acerquemos cada vez más a los que están desolados, a los que están afligidos y a todos los que la pasan mal, para que el amor de Dios se propague por todos los rincones de nuestro país, y por el mundo entero!…

Es esta realidad que sigue resonando la voz de Juan Bautista: “El que tenga  dos túnicas que dé una al que no tiene, el que tenga que comer haga otro tanto… no exijan más de lo debido,… no extorsionen a nadie, no haga falsas promesas…” (Ver Lucas 3, 2b-3.1010-18). 

Lo mejor que podemos vivir en esta realidad de hoy es que siga confiando que el Señor, Dios Salvador y Libertador nos viene a fortalecer y a cambiar nuestra angustia en esperanza. No tengamos miedo que él está con nosotros, el Emmanuel.- Escuchémosle que nos dice por el profeta Sofonías: “¡Grita de alegría, hija de Sion!… ¡El Señor, tu Dios está en medio de ti!” (Sofonías 3, 14-18ª). Está el Señor en medio de nosotros, gritemos de alegría….vivamos con esperanza cada día… 

P. Bolivar Paluku L., aa.