Mensaje del Superior General a la Congregación con ocasión de la Semana Santa 2022 EL CORAZÓN HERIDO DE DIOS 

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Queridos Hermanos, queridas hermanas, 

Dentro de unos días entraremos en Semana Santa. Haremos memoria de la semana que trajo la salvación a la humanidad, la salvación del mundo. Pero, a día de hoy ¿dónde nos  encontramos en cuanto a la proclamación de la liberación traída por Jesucristo? Mientras  escribo estas pocas líneas, el mundo está todavía siendo sacudido por terribles convulsiones.  Continúan las masacres en el Kivu Norte, que afectan a miles de hombres, mujeres y niños  que no piden otra cosa que vivir en paz. En Ucrania, en Bucha, cientos de civiles han sido brutalmente ejecutados, y mujeres violadas. Millones de personas han tenido que abandonar  su país, expulsadas por bombardeos indiscriminados. En otros lugares, los migrantes se echan 

a las carreteras a causa de la miseria y la represión política que asolan a sus países: Sudán,  Eritrea, Libia, Siria, etc. 

A pesar de todos estos horrores, es urgente afirmar que sólo Dios nos da la paz y la justicia.  Sin Él, todos los esfuerzos que nosotros podamos desplegar no producirán más que algunos  resultados efímeros. La paz duradera y justa se encuentra sólo con Dios y por Dios. Dios sufre  con el hombre. Su corazón, como el corazón de Jesús en la Cruz tocado por la lanza del  centurión, sufre traspasado por el dolor del hombre. Dios no es impasible, el sufrimiento que  padecen sus hijos le afecta también a Él, y se solidariza con nuestras penas, nuestros gritos,  nuestras lágrimas. Está aquí, en lo espeso de nuestra angustia y clama con nosotros. Cuando  el hombre es herido en su dignidad, en su integridad, es a Dios a quien se escarnece. El Papa  Francisco dijo, al volver de su viaje a Malta: “No aprendemos, estamos enamorados de las  guerras y del espíritu de Caín”. Es urgente hacer ver que la Revelación que nos ha sido enviada  en Jesús nos abre un camino nuevo, el de la paz y la reconciliación. 

En nuestras comunidades, a veces hay discusiones que traducen discrepancias de fondo en la  interpretación de los acontecimientos mundiales. Discutir es normal, pero no podemos  minimizar el sufrimiento de los hombres. No hay guerras justas. Tenemos un deber de  reconciliación: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos  de Dios“. (Mt 5:9) Al sufrimiento de Dios no añadamos más nosotros con nuestros  comportamientos y juicios. Nuestras comunidades tienen vocación de ser proféticas, es decir  que tienen por misión anunciar al mundo que la paz es posible y que sólo puede ser construida en el respeto a todos y cada uno. Ser artífices de paz es contribuir a la obra de salvación y  redención de Dios. Es trabajar, aquí y ahora, por la unidad y la reconciliación. Con Isaías,  decimos que Dios “Juzgará entre las genes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de  sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas(Is 2,4)

Se acerca la Pascua, nuestra liberación y nuestra salvación. Jesús pasó por la Cruz y la Pasión.  Dio su vida por la paz y la justicia. Nosotros nos hacemos hijos de Dios en la medida en que  nos asociamos a esa generosa entrega de Cristo. Seamos constructores de paz, hombres  solidarios con toda angustia humana, porque sabemos que la muerte no tendrá la última  palabra. ¡La Pascua está cerca! 

Roma, 5 de abril de 2022 

Benoît GRIÈRE a.a.