El tema de la salvación es el punto de convergencia de las lecturas de este primer domingo de cuaresma. Porque nos ama, desde tiempos muy antiguos, Dios ha establecido una alianza con nosotros, su pueblo; “quiere que todos se salven”. El objetivo de este camino de pacto de alianza es que Dios nos quiere levantar de nuestras iniquidades, de nuestras fragilidades. La primera lectura Gen 9,8-15 y el evangelio tienen un tema en común: esta Alianza de Dios con los suyos, con Noé hace un pacto con la humanidad y el evangelio muestra a Cristo, por quien se posible nuestra resurrección después de haber sufrido. La segunda lectura de la 1ª carta de Pedro, deja claro que Jesús, siendo justo, sufrió por nuestra salvación. Es en el bautismo donde nos configuramos a Cristo: De las aguas del bautismo, entramos en el Reino. Lo cual implica un compromiso activo con Dios y con los hermanos.
El miércoles recién pasado iniciamos la cuaresma como tiempo de salvación, un tiempo que puede llegar a ser propicio para dejar que Dios opere cambios y que renueve en nosotros su plan de salvación.
Jesucristo que ha venido de parte de Dios experimenta en desierto la tentación y la oración; así Él es modelo y nos salva a cada uno de nosotros de nuestras tentaciones y de nuestro pecado. Nos llama a la conversión y la fe en el Reino de Dios (Evangelio). La salvación de Cristo está prefigurada en la salvación que Dios realizó con Noé y su familia (la humanidad entera) después del diluvio mediante el arco iris, signo de su alianza salvación (primera lectura). El arca de Noé, arca de salvación, prefigura en la segunda lectura el bautismo, por el cual el cristiano participa de la salvación que Jesucristo ha ofrecido a los hombres mediante su muerte.
Cada ser humano necesita mejorar su vida, sus condiciones de trabajo y de cohabitación con los demás. Podremos llegar a tal objetivo, cuando hagamos que Dios sea el artífice principal de nuestra vida. Ya que este Dios creador de todas las cosas y de todos los hombres, desea también la salvación de todos.
Jesucristo nos llama a la salvación invitándonos a entrar en el Reino de Dios porque no hay ninguna duda acerca de la fidelidad de Dios, además que nada ni nadie podrá arrancarnos de esa fidelidad de Dios.
Hoy San Marcos nos recuerda que ante la presencia del Reino y la oferta de la salvación, es preciso que hagamos prueba de conversión y fe: “Conviértanse y crean en Evangelio” (Mc 1,15). La conversión cristiana es conversión a la persona de Jesucristo, es decir, dejar otros caminos, por muy atractivos que parezcan ser, y tomar el camino de Cristo. Igualmente, la fe con la que somos invitados a responder, no es sólo una fe humana, ni una fe puramente ´religiosa´, sino fe en Jesucristo, es decir, en su vida y en su doctrina como camino de salvación para el hombre. Si nuestra fe no está unida al misterio de Cristo o no conduce a Él, es una fe insuficiente, que necesita ser completada e iluminada por la verdadera fe en Cristo Jesús. La verdadera conversión no sólo es interior, sino que requiere hacerse visible en las obras, en la vida de familia, en el trabajo profesional, en el actuar y trato con las personas.
¡Que sepamos superar las tentaciones con la fuerza de la gracia de Dios que hemos recibido en el bautismo! ¡Que nos atrevamos a cambiar de mentalidad para llenarnos de la bondad de Dios! ¡Que la experiencia de conversión nos acerque más y más a comprometernos con el prójimo! Y, ¡que nuestra verdadera salvación sea un sentirnos realizados por el hecho de tomar en cuenta a los que nos rodean y especialmente a los que disminuidos, decaídos o necesitados de cariño y del trato digno! ¡Que esta cuaresma sea una oportunidad de entrar con Jesús en el desierto para liberarnos de todo lo que nos aleja de Dios y de los demás! ¡Así sea!
P.Bolivar Paluku,aa.-