Domingo XXIV-C: CON SU PERDON, DIOS NOS LIBERA Y NOS SANA… HAY FIESTA POR UN PECADOR QUE SE CONVIERTE…

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En este domingo el Señor quiere renovar su alianza de amor con nosotros. Desde tiempos antiguos, Dios ha querido establecer un pacto de amor para con su pueblo. Y nunca ha querido que este pacto tenga una sola dirección como si fuera una imposición. Por lo contrario, Dios ha querido que nosotros, desde nuestra libertad, participemos activamente de lo que Él nos propone como camino de de liberación y de salvación.
Ya con Abraham, Dios quiso elegirse un pueblo. Selló con él una alianza. La ratificó con Moisés cuando vio que su pueble estaba en la aflicción de la esclavitud del Faraón en Egipto. Dijo el Señor: “Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso déjame: mi ira se va encender sobre ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo” (Ex 32, 9-10).
Cuando el pueblo se entregó a los ídolos, la intercesión de Moisés llevará al Señor a reconsiderar su clemencia y su perdón. Con una delicadeza particular, Dios escuchó a Moisés y siguió cuidando de sus elegidos, incluso cuando por su propia elección, el pueblo se había apartado de él; él siempre ha tomado la iniciativa de renovar ese vínculo de amor.
En la nueva alianza Jesús va realizar este puente entre el Padre Dios y nosotros que permitirá alcanzarnos la salvación y la misericordia de Dios. Los que no entienden a Jesús se escandalizan de él porque acoge y come con los pecadores. Esta cercanía de Jesús con aquellos que estaban perdidos tiene por objetivo de manifestar que a pesar del pecado cometido, la persona aún tiene su dignidad y está capacitada para recobrar la bondad que el pecado ha manchado parcialmente. Todavía hay una oportunidad de experimentar el amor y la alegría de creer en Dios nuestro Señor. Porque el Señor es nuestro Dios y es misericordioso con quien se convierte (con quien vuelve) a Él. Él es el Dios de nuestros padres, quien sacó de las tinieblas a los que andaban descarriados.
Hoy el evangelio, nos recuerda que el corazón de Dios se alegra mucho con todo aquel que se arrepienta y regresa al buen camino. Hay una serie de hechos que se repiten en los ejemplos que Jesús da en el evangelio: perder, encontrar, y compartir la alegría de recobrar lo perdido.
Estos ejemplos de Jesús sobre la fiesta en el cielo por un pecador arrepentido, nos recuerdan que no hay nada que puede separarnos totalmente del cariño que Dios nos tiene. Tanto el caso del pastor que busca su oveja perdida como la mujer que busca su dracma, al igual que el padre del hijo prodigo, todos ellos se alegran porque encontraron en buena condición lo que buscaban con ansia.
Lo anterior quiere decir que Dios siempre nos espera para que nos alegremos con él: “Celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado” (Lc 15, 23-24).
Ahora bien, tenemos un camino que seguir. He aquí algunos pasos:
1. Reconocer nuestra falta;
2. Recapacitar
3. Volver al buen camino que hemos perdido al ofender a Dios o los demás
4. Dejarse atender por Dios: entrar en la fiesta del perdón y sentir la paz de ser perdonado.
La actitud del hijo mayor relata esta negación a compartir la alegría y el logro de los demás. Está claro que la fiesta del regreso del hijo prodigo no será completa hasta que el hermano mayor se integre a dicha fiesta. Aunque siempre había estado con el padre, nunca alcanzó a valorar la alegría de tenerlo con él.
Si el padre trata con tanto amor al hijo que malgastó sus bienes no quiere decir que Dios quiera más a los pecadores que a los justos. Sino que él está siempre dispuesto a recibir todo aquel que quiere renovarse en él. A la vez, quiere que todos, en familia, apoyemos a quien con esfuerzo, quiere levantar la frente para sentirse digno de amor.
¿Me dispongo a recibir el perdón de Dios?¿Busco a atraer a Dios los que se han apartado o sólo me contento en criticarlos? ¿Cuál es mi actitud frente a quien se arrepiente y que vuelve al buen camino?
El evangelio pone énfasis en la alegría de sentirse amado, ¿me dejo amar por Dios? ¿Estoy atento a la misericordia de Jesucristo en mi vida, en mi familia, en mi comunidad, en mi barrio, en mi colegio, en mi lugar de trabajo, en mi patria, en el mundo de hoy?
Quiera Dios que nos convirtamos a su amor y que, movidos por su Espíritu, sepamos integrar y perdonarnos unos a otros y que vivamos con gozo el perdón que nos libera y nos devuelve la paz y la serenidad interior! ¡María, Madre de Cristo Jesús Misericordioso, interceda por nosotros!

Bolivar PALUKU LUKENZANO, aa.